Dann kamen
sie durch eine große Stadt, da fragte
sie wieder
»wem gehört diese schöne
große Stadt?«
»Sie gehört dem König Drosselbart,
hättst du'n genommen, so wär sie
dein.«
«Ich arme Jungfer zart,
ach, hätt ich genommen den König
Drosselbart!«
»Es gefällt mir gar nicht«,
sprach der Spielmann, »daß du
dir immer einen andern zum Mann wünschest,
bin ich dir nicht gut genug?« Endlich
kamen sie an ein ganz kleines Häuschen,
da sprach sie:
»Oh, Gott, was ist das Haus so klein!
wem mag das elende winzige Häuschen
sein?«
Y al llegar
a una gran ciudad, preguntó ella de
nuevo
- ¿de quién es esta ciudad tan
bella y populosa?
- Del rey «Pico de tordo», que te pidió por esposa.
Si lo hubieses querido, ahora tuya sería.
- ¡Ay, desdichada de mí!
¿Por qué a «Pico de tordo» no le dije que sí?».
- ¡Basta! - dijo en esto el organillero.
- No me gusta que estés siempre deseando
a otro hombre. ¿No soy yo bastante
para ti? Al fin, llegaron a una casa pequeñísima.
Y ella preguntó
-
¡Santo Dios, vaya casita extraña!
¿De quién puede ser esta cabaña?».