Da ging
es hinein zu seiner Mutter, und weil es
so mit Gold bedeckt ankam, ward es von ihr
und der Schwester gut aufgenommen.
Das Mädchen erzählte alles, was
ihm begegnet war, und als die Mutter hörte,
wie es zu dem großen Reichtum gekommen
war, wollte sie der andern, häßlichen
und faulen Tochter gerne dasselbe Glück
verschaffen. Sie mußte sich an den
Brunnen setzen und spinnen; und damit ihre
Spule blutig ward, stach sie sich in die
Finger und stieß sich die Hand in
die Dornhecke. Dann warf sie die Spule in
den Brunnen und sprang selber hinein. Sie
kam, wie die andere, auf die schöne
Wiese und ging auf demselben Pfade weiter.
Als sie zu dem Backofen gelangte, schrie
das Brot wieder:»Ach, zieh mich raus,
zieh mich raus, sonst verbrenn ich, ich
bin schon längst ausgebacken.«
Die Faule aber antwortete:»Da hätt
ich Lust, mich schmutzig zu machen«,
und ging fort.
Entró
la muchacha, y tanto su madrastra como la
hija de ésta la recibieron muy bien
al ver que venía cubierta de oro.
La muchacha les contó todo lo que le
había ocurrido, y al enterarse la madrastra
de cómo había adquirido tanta
riqueza, quiso procurar la misma fortuna a
su hija, la fea y perezosa.
La mandó, pues, a hilar junto al pozo,
y para que el huso se manchase de sangre,
la hizo que se pinchase en un dedo y pusiera
la mano en un espino. Luego arrojó
el huso al pozo, y a continuación saltó
ella. Llegó, como la otra, al delicioso
prado, y echó a andar por el mismo
sendero.
Al pasar junto al horno, volvió el
pan a exclamar
- ¡sácame de aquí! ¡Sácame
de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante
cocido.
Pero la perezosa contestó - ¿crees
que tengo ganas de ensuciarme? - y pasó
de largo.