Am dritten
Morgen sprach sie zu dem Mädchen: »Dort
in der Ebene musst du mir ein schönes
Schloss bauen, und zum Abend muss es fertig
sein.« Das Mädchen erschrak und
sagte:»Wie kann ich ein so großes
Werk vollbringen?«
»Ich dulde keinen Widerspruch«,
schrie die Stiefmutter, »kannst du
mit einem durchlöcherten Löffel
einen Teich ausschöpfen, so kannst
du auch ein Schloss bauen. Noch heute will
ich es beziehen, und wenn etwas fehlt, sei
es das Geringste in Küche oder Keller,
so weißt du, was dir bevorsteht.«
Sie trieb das Mädchen fort, und als
es in das Tal kam, so lagen da die Felsen
übereinander aufgetürmt; mit aller
seiner Kraft konnte es den kleinsten nicht
einmal bewegen. Es setzte sich nieder und
weinte, doch hoffte es auf den Beistand
der guten Alten. Sie ließ auch nicht
lange auf sich warten, kam und sprach ihm
Trost ein:»Lege dich nur dort in den
Schatten und schlaf, ich will dir das Schloss
schon bauen. Wenn es dir Freude macht, so
kannst du selbst darin wohnen.« Als
das Mädchen weggegangen war, rührte
die Alte die grauen Felsen an. Alsbald regten
sie sich, rückten zusammen und standen
da, als hätten Riesen die Mauer gebaut;
darauf erhob sich das Gebäude, und
es war, als ob unzählige Hände
unsichtbar arbeiteten und Stein auf Stein
legten. Der Boden dröhnte, große
Säulen stiegen von selbst in die Höhe
und stellten sich nebeneinander in Ordnung.
Auf dem Dach legten sich die Ziegeln zurecht,
und als es Mittag war, drehte sich schon
die große Wetterfahne wie eine goldene
Jungfrau mit fliegendem Gewand auf der Spitze
des Turms.
A la tercera
mañana dijo a la muchacha
- vas a construirme en la llanura un hermoso
palacio, y habrá de estar terminado
al anochecer.
Asustada, exclamó la niña
- ¿cómo queréis que haga
tal cosa?-
- ¡No me repliques!- gritó la
madrastra. -Si con una cuchara agujereada
eres capaz de vaciar un estanque, también
lo serás de edificar un palacio. Esta
misma noche quiero alojarme en él,
y si falta el menor detalle en la cocina o
en el sótano, ya sabes lo que te aguarda.-
Y despachó a la chiquilla. Al llegar
ésta al valle, se encontró con
un caos de rocas amontonadas; por más
que se esforzó no logró mover
ni la más pequeña, por lo que
se sentó a llorar, aunque esperaba
que la anciana acudiera en su auxilio. En
efecto, la buena mujer no se hizo aguardar
mucho rato; la tranquilizó de nuevo
y le dijo
- túmbate en la sombra, y duerme; te
construiré el castillo. Y si te gusta,
podrás vivir en él.
Cuando la muchacha se hubo marchado, la mujer
tocó las grises rocas, las cuales pusiéronse
en movimiento, alineándose y se acoplaron
como si unos gigantes hubiesen construido
una muralla. Encima surgió el edificio,
y era como si innúmeras manos invisibles
trabajaran colocando piedra sobre piedra.
Retumbaba el suelo, y grandes columnas se
levantaban por sí mismas y se colocaban
en el debido orden.
En el tejado, las tejas se disponían
también de la manera debida, y, al
mediodía, en el punto más alto
de la torre giraba una gran veleta, en forma
de una doncella de oro, cuyas ropas ondeaban
al viento.