"Ich
will nicht fliegen!", sagte das eine
Junge und kroch wieder in das Nest hinauf.
"Mir ist nichts daran gelegen, nach
den warmen Ländern zu kommen!"
"Willst du denn hier erfrieren, wenn
es Winter wird? Sollen die Knaben kommen,
dich zu hängen, zu sengen und zu braten?
Nun, ich werde sie rufen!"
"O nein!", sagte der junge Storch
und hüpfte wieder auf das Dach wie
die andern.
Den dritten Tag konnten sie schon ein bißchen
fliegen, und da glaubten sie, daß
sie auch schweben und auf der Luft ruhen
könnten; das wollten sie, aber - bums!
- da purzelten sie, darum mußten sie
schnell die Flügel wieder rühren.
Nun kamen die Knaben unten auf der Straße
und sangen ihr Lied:"Storch, Storch,
fliege heim!"
"Wollen wir nicht hinunterfliegen und
sie vertreiben?", fragten die Jungen.
-¡No
quiero volar! -protestó uno de los
pequeños, encaramándose de
nuevo al nido-. ¡Me es igual no ir
a las tierras cálidas!
-¿Prefieres helarte aquí cuando
llegue el invierno? ¿Estás
conforme con que te cojan esos chicos y
te cuelguen, te chamusquen y te asen? Bien,
pues voy a llamarlos. -¡Oh, no! -dijo
el polluelo, saltando otra vez al tejado,
con los demás.
Al tercer día ya volaban un poquitín
y, creyéndose capaces de cernerse
en el aire y mantenerse en él con
las alas inmóviles, se lanzaron al
espacio; pero ¡pum! empezaron a dar
volteretas, y fue cosa de darse prisa a
poner de nuevo las alas en movimiento. Y
he aquí que otra vez se presentaron
los chiquillos en la calle, y otra vez entonaron
su canción: ¡Cigüeña,
cigüeña, vuélvete a tu
tierra!
-¿No queremos bajar de una volada
y ahuyentarles? -preguntaron los pollos.