Und der
Scharfrichter sagte:»Du weißt
wohl nicht, wer ich bin? Ich schlage bösen
Menschen das Haupt ab, und ich fühle,
daß mein Beil klirrt!«
»Schlag mir nicht das Haupt ab,«
sagte Karen, »denn dann kann ich nicht
meine Sünde bereuen! Aber haue meine
Füße mit den roten Schuhen ab.«
Nun bekannte sie ihre ganze Sünde,
und der Scharfrichter hieb ihr die Füße
mit den roten Schuhen ab, aber die Schuhe
tanzten mit den kleinen Füßchen
über das Feld in den tiefen Wald hinein.
Und er schnitzte ihr Holzbeine und Krücken,
lehrte sie die Psalmen, die die armen Sünder
singen, und sie küßte die Hand,
die die Axt geführt hatte, und ging
von dannen über die Heide.
»Nun habe ich genug um die roten Schuhe
gelitten,« sagte sie, »nun will
ich in die Kirche gehen, damit es auch gesehen
wird.« Und sie ging, so schnell sie
es mit den Holzfüßen konnte,
auf die Kirchentür zu. Als sie aber
dorthin kam, tanzten die roten Schuhe vor
ihr her, und sie entsetzte sich und kehrte
um.
El verdugo
dijo -¿acaso no sabes quién
soy yo? Yo soy el que le corta la cabeza
a la gente mala. ¡Y mira! ¡Mi
hacha está temblando!
-¡No me cortes la cabeza- dijo Karen,
-pues entonces nunca podría arrepentirme
de mis pecados! Pero, por favor, ¡córtame
los pies, con los zapatos rojos!
Le confesó su pecado entero, y el
verdugo le cortó los pies con los
zapatos, pero éstos siguieron bailando
con los piececitos dentro, y se alejaron
hasta perderse en las profundidades del
bosque. Luego el verdugo le talló
un par de piernas de palos y dos muletas,
y le enseñó los himnos que
solían entonar los criminales arrepentidos.
Ella le besó la mano que había
manejado el hacha, y se alejó por
el brezal.
-Ya he padecido bastante con estos zapatos-
se dijo. -Ahora iré a la iglesia,
para que todos puedan verme. Y se dirigió
tan rápidamente como pudo a la puerta
de la iglesia. Al llegar allí vio
a los zapatos rojos que bailaban ante ella,
y se espantó y volvió a su
casa.