Tanzen
sollst du von Tür zu Tür, und
wo stolze, eitle Kinder wohnen, sollst du
anpochen, daß sie dich hören
und fürchten! Tanzen sollst du, tanzen.«
»Gnade!«, rief Karen. Aber sie
hörte nicht mehr, was der Engel antwortete,
denn die Schuhe trugen sie durch die Pforte
auf das Feld hinaus, über Weg und über
Steg, und immer mußte sie tanzen.
Eines Morgens tanzte sie an einer Tür
vorbei, die ihr wohlbekannt war. Drinnen
ertönten Totenpsalmen; ein Sarg wurde
herausgetragen, der mit Blumen geschmückt
war. Da wußte sie, daß die alte
Frau tot war, und es kam ihr zum Bewußtsein,
daß sie nun von allen verlassen war,
und Gottes Engel hatte sie verflucht. Tanzen
tat sie und tanzen mußte sie, tanzen
in der dunkeln Nacht. Die Schuhe trugen
sie dahin über Dorn und Steine, und
sie riß sich blutig.
Sie tanzte über die Heide hin bis zu
einem kleinen, einsamen Hause. Hier, wußte
sie, wohnte der Scharfrichter, und sie pochte
mit dem Finger an die die Scheibe und sagte:»Komm
heraus – Komm heraus – Ich kann
nicht hineinkommen, denn ich tanze.«
Bailarás
de puerta en puerta, y allí donde encuentres
niños orgullosos y vanidosos llamarás
para que te vean y tiemblen. Tendrás
que bailar, bailar.
-¡Piedad! -gritó Karen, pero
no alcanzó a oír la respuesta
del ángel, porque los zapatos la habían
llevado ya hacia los campos, por los caminos
y senderos. Y sin cesar seguía bailando.
Cierta mañana pasó danzando
ante una puerta que ella conocía muy
bien. Del interior procedían salmos
fúnebres, y salió un cortejo
portador de un ataúd cubierto de flores.
Y Karen supo así que la anciana señora
había muerto, y comprendió que
todo el mundo le había abandonado,
maldita hasta por el ángel de Dios.
Siguió bailando y tenía que
bailar, bailar en la noche oscura. Los zapatos
la llevaban por sobre zarzas y rastrojos hasta
dejarle los pies desgarrados, sangrantes.
Bailaba por el brezal hasta una casa solitaria,
donde ella sabía que vivía el
verdugo.
Golpeó con los dedos en el cristal
de la ventana y dijo -¡ven! ¡ven!
¡yo no puedo entrar, pues, estoy bailando!
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