Da erschrak
sie und wollte die roten Schuhe fortwerfen;
aber sie hingen fest. Sie riß ihre
Strümpfe ab; aber die Schuhe waren
an ihren Füßen festgewachsen.
Und tanzen tat sie und tanzen mußte
sie über Feld und Wiesen, in Regen
und Sonnenschein, bei Tag und bei Nacht;
aber in der Nacht war es zum Entsetzen.
Sie tanzte zum offenen Kirchhofe hinein,
aber die Toten dort tanzten nicht; sie hatten
weit Besseres zu tun als zu tanzen.
Sie wollte auf dem Grabe eines Armen niedersitzen,
wo bitteres Farnkraut grünte, aber
für sie gab es weder Rast noch Ruhe.
Und als sie auf die offene Kirchentür
zutanzte, sah sie dort einen Engel in langen
weißen Kleidern; seine Schwingen reichten
von seinen Schultern bis zur Erde nieder.
Sein Gesicht war strenge und ernst, und
in der Hand hielt er ein Schwert, breit
und leuchtend:»Tanzen sollst du«,
sagte er, »tanzen auf deinen roten
Schuhen, bist du bleich und kalt bist, bis
deine Haut über dem Gerippe zusammengeschrumpft
ist.
Aquello
asustó a la niña; quiso quitarse
los zapatos rojos y tirarlos, pero los tenía
como adheridos. Se quitó las medias;
pero los zapatos quedaban pegados a sus pies.
Cuanto más danzaba más tenía
que bailar, por campos y praderas, bajo la
lluvia y bajo el sol, de día y de noche,
pero por la noche aquello era terrible. Entró
bailando por las puertas del cementerio, pero
los muertos no la acompañaron en su
danza; tenían otra cosa mejor que hacer.
Trató de sentarse sobre la tumba de
un mendigo, sobre la cual verdecía
el amargo helecho, pero no había ni
tregua ni reposo para ella. Y cuando se acercó,
bailando, al portal de la iglesia, vio a un
ángel, con larga túnica blanca
y alas que llegaban de los hombros al suelo.
Su rostro se mostaba grave y sombrío,
y su mano sostenía una espada, ancho
y brillante. -Tendrás que bailar -le
dijo, -tendrás que bailar con tus zapatos
rojos hasta que estés pálida
y fría, y la piel se te arrugue, y
te conviertas en un esqueleto.