Als der
König und seine Söhne und Töchter
auf dem Gerüst Platz genommen hatten,
trat der kleine Muck heraus auf die Wiese
und machte vor den hohen Herrschaften eine
überaus zierliche Verbeugung. Ein allgemeines
Freudengeschrei ertönte, als man des
Kleinen ansichtig wurde; eine solche Figur
hatte man dort noch nie gesehen.
Das Körperlein mit dem mächtigen
Kopf, das Mäntelein und die weiten
Beinkleider, der lange Dolch in dem breiten
Gürtel, die kleinen Füßlein
in den weiten Pantoffeln - nein! es war
zu drollig anzusehen, als daß man
nicht hätte laut lachen sollen. Der
kleine Muck ließ sich aber durch das
Gelächter nicht irremachen. Er stellte
sich stolz, auf sein Stöcklein gestützt,
hin und erwartete seinen Gegner. Der Aufseher
der Sklaven hatte nach Mucks eigenem Wunsche
den besten Läufer ausgesucht. Dieser
trat nun heraus, stellte sich neben den
Kleinen, und beide harrten auf das Zeichen.
Da winkte Prinzessin Amarza, wie es ausgemacht
war, mit ihrem Schleier, und wie zwei Pfeile,
auf dasselbe Ziel abgeschossen, flogen die
beiden Wettläufer über die Wiese
hin.
Von Anfang hatte Mucks Gegner einen bedeutenden
Vorsprung, aber dieser jagte ihm auf seinem
Pantoffelfuhrwerk nach, holte ihn ein, überfing
ihn und stand längst am Ziele, als
jener noch, nach Luft schnappend, daherlief.
Verwunderung und Staunen fesselten einige
Augenblicke die Zuschauer, als aber der
König zuerst in die Hände klatschte,
da jauchzte die Menge, und alle riefen:»Hoch
lebe der kleine Muck, der Sieger im Wettlauf!«
Cuando el
rey y sus hijos e hijas hubieron tomado asiento
en la tribuna, el pequeño Muck apareció
en la pradera e hizo una atenta reverencia
ante las reales personas.
Al divisar al enano, resonaron generales gritos
de júbilo, nunca habían visto
a un tipo así.
El cuerpecillo con la cabezota, la capita
y los anchos pantalones, la daga larga en
el ancho cinturón, los pequeños
piececitos en las grandes babuchas...
¡no! era demasiado gracioso como para
no reír a carcajadas.
Pero el pequeño Muck no se desconcertó
por las risas. Orgullosamente apoyado en su
bastoncillo, se dispuso a esperar a su adversario.
Según deseo expreso de Muck, el veedor
de esclavos había escogido al mejor
corredor.
Éste apareció, se colocó
junto al pequeño y los dos aguardaron
con impaciencia la señal.
Como estaba previsto, la princesa Amarza agitó
su velo, y ambos corredores volaron por la
pradera como dos flechas dirigidas a una misma
meta.
Al principio, el oponente de Muck llevaba
una considerable ventaja, pero, subido en
su babuchascarro, Muck le persiguió,
le alcanzó, le adelantó y estaba
en la meta desde hacía tiempo cuando
el otro aún corría sin aliento.
La admiración y el asombro se apoderaron
unos instantes de los espectadores, pero,
cuando el rey fue el primero en aplaudir,
la multitud lanzó una exclamación
de júbilo y todos gritaron
-¡viva el pequeño Muck, el vencedor
en la carrera.