Ihr könnt
mir es glauben, meine Freunde, daß
mir gar nicht wohl zumute war; denn es war
keine Täuschung, ich hatte ja auch
die Toten gar wohl gehört. In solcher
Gesellschaft zu schiffen, war mir greulich.
Mein Ibrahim aber versank wieder in tiefes
Nachdenken. »Jetzt habe ich's!«,
rief er endlich aus; es fiel ihm nämlich
ein Sprüchlein ein, das ihn sein Großvater,
ein erfahrener, weitgereister Mann, gelehrt
hatte und das gegen jeden Geister- und Zauberspuk
helfen konnte; auch behauptete er, jenen
natürlichen Schlaf, der uns befiel,
in der nächsten Nacht verhindern zu
können, wenn wir nämlich recht
eifrig Sprüche aus dem Koran beteten.
Der Vorschlag des alten Mannes gefiel mir
wohl. In banger Erwartung sahen wir die
Nacht herankommen. Neben der Kajüte
war ein kleines Kämmerchen, dorthin
beschlossen wir uns zurückzuziehen.
Wir bohrten mehrere Löcher in die Türe,
hinlänglich groß, um durch sie
die ganze Kajüte zu überschauen,
dann verschlossen wir die Türe, so
gut es ging, von innen, und Ibrahim schrieb
den Namen des Propheten in alle vier Ecken.
So erwarteten wir die Schrecken der Nacht.
Es mochte wieder ungefähr elf Uhr sein,
als es uns gewaltig zu schläfern anfing.
Mein Gefährte riet mir daher, einige
Sprüche des Korans zu beten, was mir
auch half. Mit einem Male schien es oben
lebhaft zu werden; die Taue knarrten, Schritte
gingen über das Verdeck, und mehrere
Stimmen waren deutlich zu unterscheiden
- Mehrere Minuten hatten wir so in gespannter
Erwartung gesessen, da hörten wir etwas
die Treppe der Kajüte heraufkommen.
Als dies der Alte hörte, fing er an,
den Spruch, den ihn sein Großvater
gegen Spuk und Zauberei gelehrt hatte, herzusagen:
Podéis
creérmelo, amigos míos, que
no me sentí muy bien; no era una alucinación,
yo también había oído
a los muertos. Me resultaba tremendo navegar
en tal compañía. Ibrahim se
hundió de nuevo en profundas reflexiones.
Al cabo exclamó
- ¡ya lo tengo!
R ecordó algo que le había enseñado
su abuelo, un hombre de experiencia y que
había viajado mucho, un conjuro que
debía defenderle de cualquier fantasma
o aparición. Sostenía también
que a la noche siguiente podría evitar
aquel sueño extraño que nos
había sobrevenido rezando muy ardientemente
sentencias del Corán.
Estuve de acuerdo con el consejo del anciano.
Vimos llegar la noche en una tensa espera.
Al lado del camarote había un pequeño
cuarto, allí decidimos retirarnos.
Practicamos varios agujeros en la perta, suficientemente
grandes para poder ver por ellos todo el camarote,
luego cerramos la puerta desde dentro lo mejor
que pudimos e Ibrahim escribió el nombre
del profeta en las cuatro esquinas.
Así esperamos el horror de la noche.
Serían otra vez alrededor de las once,
cuando sentimos un enorme sueño. Por
eso, mi compañero me aconsejó
recitar unas sentencias del Corán,
y esto me ayudó.
De repente pareció que se producía
animación arriba, las cuerdas crujían,
andaban sobre la cubierta y se distinguían
claramente varias voces.
Varios minutos habíamos permanecido
en ansiosa espera, entonces oímos algo
subir la escalera del camarote. Al oírlo,
el viejo comenzó a recitar entonces
el conjuro que le había enseñado
su abuelo contra aparición y magia.