»O
Herr«, sprach mein treuer Diener,
»hier ist etwas Schreckliches geschehen.
Doch wenn auch das Schiff da unten voll
Mörder steckt, so will ich mich ihnen
doch lieber auf Gnade und Ungnade ergeben,
als längere Zeit unter diesen Toten
zubringen.« Ich dachte wie er; wir
faßten uns ein Herz und stiegen voll
Erwartung hinunter. Totenstille war aber
auch hier, und nur unsere Schritte hallten
auf der Treppe. Wir standen an der Türe
der Kajüte. Ich legte mein Ohr an die
Türe und lauschte; es war nichts zu
hören. Ich machte auf. Das Gemach bot
einen unordentlichen Anblick dar. Kleider,
Waffen und andere Geräte lagen untereinander.
Nichts in Ordnung. Die Mannschaft oder wenigstens
der Kapitano mußte vor kurzem gezechet
haben; denn es lag alles noch umher. Wir
gingen weiter von Raum zu Raum, von Gemach
zu Gemach, überall fanden wir herrliche
Vorräte in Seide, Perlen, Zucker usw.
Ich war vor Freude über diesen Anblick
außer mir, denn da niemand auf dem
Schiffe war, glaubte ich, alles mir zueignen
zu dürfen, Ibrahim aber machte mich
aufmerksam darauf, daß wir wahrscheinlich
noch sehr weit vom Lande seien, wohin wir
allein und ohne menschliche Hilfe nicht
kommen könnten.
-¡Oh,
señor!- dijo mi fiel sirviente, -aquí
ha ocurrido algo terrible. Sin embargo, aunque
el barco esté lleno de asesinos ahí
abajo, prefiero entregarme incondicionalmente
a ellos antes que permanecer más tiempo
entre estos muertos.
Yo pensaba como él; cobramos ánimo
y bajamos llenos de esperanzas.
También ahí reinaba un silencio
de muerte y sólo nuestros pasos resonaban
en la escalera. Nos detuvimos ante la puerta
del camarote. Pegué el oído
a la puerta y escuché, pero no se oía
nada. Abrí. El cuarto ofrecía
un aspecto desordenado. Trajes, armas y otros
objetos yacían revueltos. Nada estaba
en su sitio.
La tripulación o por lo menos el capitán
debían de haber estado copeando recientemente,
pues todo andaba todavía revuelto.
Continuamos de una zona a otra, de un cuarto
al siguiente, en todas partes hallamos maravillosos
acopios de seda, perlas, azúcar, etc.
Yo estaba fuera de mí al ver todo aquello,
pues, como no había nadie en el barco,
creí poder apropiármelo todo,
pero Ibrahim me advirtió que probablemente
estábamos aún lejos de tierra
y que no podríamos llegar solos y sin
ayuda humana.