Der Sultan
saß in tiefen Gedanken, mißtrauisch
bald seine Frau, bald Labakan anschauend,
der umsonst sein Erröten und seine
Bestürzung, daß er sich so dumm
verraten habe, zu bekämpfen suchte.
»Auch dieser Beweis genügt nicht«,
sprach er, »aber ich weiß, Allah
sei es gedankt, ein Mittel, zu erfahren,
ob ich betrogen bin oder nicht.«
Er befahl, sein schnellstes Pferd vorzuführen,
schwang sich auf und ritt in einen Wald,
der nicht weit von der Stadt begann. Dort
wohnte nach einer alten Sage eine gütige
Fee, Adolzaide geheißen, welche oft
schon den Königen seines Stammes in
der Stunde der Not mit ihrem Rat beigestanden
war; dorthin eilte der Sultan.
In der Mitte des Waldes war ein freier Platz,
von hohen Zedern umgeben. Dort wohnte nach
der Sage die Fee, und selten betrat ein
Sterblicher diesen Platz, denn eine gewisse
Scheu davor hatte sich aus alten Zeiten
vom Vater auf den Sohn vererbt.
Als der Sultan dort angekommen war, stieg
er ab, band sein Pferd an einen Baum, stellte
sich in die Mitte des Platzes und sprach
mit lauter Stimme: »Wenn es wahr ist,
daß du meinen Vätern gütigen
Rat erteiltest in der Stunde der Not, so
verschmähe nicht die Bitte ihres Enkels
und rate mir, wo menschlicher Verstand zu
kurzsichtig ist!«
El sultán
estaba sentado en medio de profundas reflexiones,
desconfiado, mirando tan pronto a su esposa
como a Labakán, que en vano trataba
de luchar con la vergüenza y la confusión
de haberse traicionado tan estúpidamente.
-Tampoco basta con esta prueba- dijo, -pero,
gracias a Alá, conozco un medio para
enterarnos de si me engañan o no.-
Ordenó traer su caballo más
rápido, montó y cabalgó
hasta un bosque que se hallaba no lejos de
la ciudad. Según una leyenda antigua,
allí vivía un hada benéfica,
llamada Adolzaide, que ya a veces había
asistido con consejos a los reyes de su dinastía
en una situación apurada. Hacía
allí se fue el sultán.
En medio del bosque había un claro,
rodeado de altos cedros. Allí vivía
el hada, según la leyenda, y pocas
veces un mortal pisó ese lugar, pues
existía cierto temor, heredado de padre
a hijo desde tiempos antiguos.
Al llegar ahí el sultán, desmontó,
sujetó su caballo a un árbol,
se colocó en medio del claro y dijo
en voz alta
-si es cierto que has dado consejo benéficos
a mis padres en situaciones difíciles,
no desoigas el ruego de su nieto y aconséjame
allí donde la razón humana es
demasiado corta de vista.