Sie berief
die Männer zu sich, die den Sultan
zu der Säule El-Serujah begleitet hatten,
um sich alles genau erzählen zu lassen,
und hielt dann mit ihren vertrautesten Sklavinnen
Rat. Sie wählten und verwarfen dies
und jenes Mittel; endlich sprach Melechsalah,
eine alte, kluge Tscherkessin:»Wenn
ich recht gehört habe, verehrte Gebieterin,
so nannte der Überbringer des Dolches
den, welchen du für deinen Sohn hältst,
Labakan, einen verwirrten Schneider?«
»Ja, so ist es«, antwortete
die Sultanin, »aber was willst du
damit?«
»Was meint Ihr«, fuhr jene fort,
»wenn dieser Betrüger Eurem Sohn
seinen eigenen Namen aufgeheftet hätte?
- Und wenn dies ist, so gibt es ein herrliches
Mittel, den Betrüger zu fangen, das
ich Euch ganz im geheimen sagen will.«
Die Sultanin bot ihrer Sklavin das Ohr,
und diese flüsterte ihr einen Rat zu,
der ihr zu behagen schien, denn sie schickte
sich an, sogleich zum Sultan zu gehen.
Die Sultanin war eine kluge Frau, welche
wohl die schwachen Seiten des Sultans kannte
und sie zu benützen verstand. Sie schien
daher, ihm nachgeben und den Sohn anerkennen
zu wollen, und bat sich nur eine Bedingung
aus; der Sultan, dem sein Aufbrausen gegen
seine Frau leid tat, gestand die Bedingung
zu, und sie sprach:»Ich möchte
gerne den beiden eine Probe ihrer Geschicklichkeit
auflegen; eine andere würde sie vielleicht
reiten, fechten oder Speere werfen lassen,
aber das sind Sachen, die ein jeder kann;
nein, ich will ihnen etwas geben, wozu Scharfsinn
gehört! Es soll nämlich jeder
von ihnen einen Kaftan und ein Paar Beinkleider
verfertigen, und da wollen wir einmal sehen,
wer die schönsten macht.«
Mandó
llamar a los hombres que habían acompañado
al sultán a la columna de El-Serujah,
para que le contasen todo con detalle, y pidió
consejo a sus esclavas de más confianza.
Consideraron varias soluciones y las fueron
desechando hasta que por fin habló
Melechsalah, una anciana, inteligente circasiana
-si he oído bien, respetada soberana,
el que ha robado el puñal dijo que
el que tú consideras tu hijo es Labakán,
un sastre loco.-
-Sí, así es- respondió
la sultana, - pero ¿qué tiene
que ver eso?-
-¿Qué pensáis?- siguió
aquella, -¿si ese engañador
hubiera adjudicado a vuestro hijo su propio
nombre? Y, si es así, hay un medio
excelente de descubrir al estafador, que os
diré en absoluto secreto.
La sultana acercó el oído y
la esclava le susurró un plan que pareció
agradarle, pues inmediatamente se dispuso
a hablar con el sultán.
La sultana era una mujer inteligente, que
conocía bien las debilidades del sultán
y sabía utilizarlas.
Simuló ante él que cedía
y estaba dispuesta a reconocer al hijo, pero
con una condición.
El sultán a quien dolía el enfado
con su esposa, accedió y ella le dijo
entonces
-me gustaría someter ambos a una prueba
para que mostraran su habilidad. Otra tal
vez les haría cabalgar, batirse o arrojar
dardos, pero ésas son cosas que cualquiera
sabe. No, yo quiero algo para lo que se necesita
sutileza. Cada uno de ellos ha de confeccionar
un caftán y un par de pantalones, y
entonces veremos quién lo hace mejor.