Auf ihn
ging Labakan zu, neigte sich tief vor ihm
und sprach, indem er ihm den Dolch darreichte:
»Hier bin ich, den Ihr suchet. «
»Gelobt sei der Prophet, der dich
erhielt!«, antwortete der Greis mit
Freudentränen.
»Umarme deinen alten Vater, mein geliebter
Sohn Omar!«
Der gute Schneider war sehr gerührt
durch diese feierlichen Worte und sank mit
einem Gemisch von Freude und Scham in die
Arme des alten Fürsten.
Aber nur einen Augenblick sollte er ungetrübt
die Wonne seines neuen Standes genießen;
als er sich aus den Armen des fürstlichen
Greises aufrichtete, sah er einen Reiter
über die Ebene her auf den Hügel
zueilen. Der Reiter und sein Roß gewährten
einen sonderbaren Anblick; das Roß
schien aus Eigensinn oder Müdigkeit
nicht vorwärts zu wollen, in einem
stolpernden Gang, der weder Schritt noch
Trab war, zog es daher, der Reiter aber
trieb es mit Händen und Füßen
zu schnellerem Laufe an. Nur zu bald erkannte
Labakan sein Roß Murva und den echten
Prinzen Omar, aber der böse Geist der
Lüge war einmal in ihn gefahren, und
er beschloß, wie es auch kommen möge,
mit eiserner Stirne seine angemaßten
Rechte zu behaupten.
A él
se dirigió Labakán, se inclinó
profundamente y dijo, mostrando el puñal
-aquí estoy, el que buscáis.
-¡Alabado sea el profeta, que te ha
reservado!- respondió el anciano con
lágrimas de alegría.
-¡Abraza a tu viejo padre, mi querido
hijo Omar!
El buen sastre estaba muy emocionado por estas
solemnes palabras y, con una mezcla de alegría
y vergüenza, cayó en los brazos
del viejo príncipe.
Pero sólo un instante había
de gozar de la gozada no enturbiado de su
nuevo estado; al separarse de los brazos del
anciano, vio un jinete que se aproximaba por
la llanura en dirección a la colina.
El jinete y su caballo ofrecían una
imagen curiosa. El caballo parecía
no querer avanzar, por terquedad o por cansancio,
y llevaba una marcha atropellada que no era
ni paso ni trote, mientras el jinete le obligaba
con manos y pies a ir más rápido.
Demasiado pronto reconoció Labakán
a su caballo Murva y al verdadero príncipe
Omar, pero el mal espíritu de la mentira
había entrado de nuevo en él
y decidió atreverse a defender los
derechos usurpados con la frente bien alta,
costara lo que costara.