Das nackte
Elend grinste überall aus den Lumpen
hervor. "Erbarmen, gnädige Herren,
habt Erbarmen!", seufzten sie und entblößten
ihre kranken Glieder. Die Wirtin selbst
mit bloßen Füßen, ungekämmtem
Haar und in einer schmutzigen Bluse empfing
die Gäste. Die Türen waren mit
Bindfaden zusammengebunden. Der Fußboden
in den Zimmern wies einen halbaufgerissenen
Belag von Mauersteinen auf; Fledermäuse
flatterten unter der Decke hin, und der
Gestank hier drinnen - "Machen Sie
lieber den Tisch im Stall zurecht!",
sagte einer der Reisenden, "da unten
weiß man wenigstens, was man einatmet!"
Die Fenster wurden geöffnet, dass ein
wenig frische Luft hereinkommen konnte,
aber geschwinder als diese drangen die vertrockneten
Arme ein und das unaufhörliche Gejammer:"Habt
Erbarmen, gnädige Herren!" An
den Wänden standen viele Inschriften,
und die Hälfte davon war gegen das
"Schöne Italien" gerichtet.
Era la miseria
harapienta. -
Misericordia, señores, tened compasión!
-clamaban, exhibiendo los miembros mutilados.
Salió a recibir a los pasajeros la
posadera en persona, descalza, desgreñada
y con una blusa asquerosa.
Las puertas estaban sujetas con bramantes;
el suelo de las habitaciones era de una mezcla
abigarrada de ladrillos; murciélagos
volaban por debajo del techo, y en cuanto
al olor...
- Creo que sería mejor instalarnos en el establo -dijo uno de los viajeros-, al menos allí sabe uno lo que respira.
Abrieron las ventanas para que penetrase un
poco de aire fresco; pero antes que éste
llegaron los brazos estropeados y la eterna
lamentación: «¡Misericordia,
señores!».
En las paredes podían leerse numerosas
inscripciones, la mitad de ellas contra la
«bella Italia».