Aber
durch die offenen Fenster strahlte Gottes
warme Sonne, herrliche Rosen nickten aus
dem kleinen Blumenkasten auf dem Dache,
und zwei himmelblaue Vögel sangen
von kindlichen Freuden, während die
kranke Mutter Gottes Segen auf die Tochter
herabflehte. Nun kroch er auf Händen
und Füßen durch einen überfüllten
Schlächterladen. Da war Fleisch und
immer nur Fleisch, worauf er auch stieß;
es war das Herz eines reichen, geachteten
Mannes, dessen Name allgemein bekannt war.
Nun war er im Herzen seiner Gemahlin. Das
war ein alter, verfallener Taubenschlag.
Das Bild des Mannes wurde nur als Wetterhahn
gebraucht, der mit den Türen in Verbindung
stand, und so öffneten und schlossen
sie sich, je nachdem der Mann sich drehte.
Darauf kam er in ein Spiegelkabinett, wie
das, was wir im Rosenborg-Schloß haben.
Aber die Spiegel Vergrößerten
in unglaublichem Maße. Mitten auf
dem Fußboden saß, wie ein Dalai-Lama,
das unbedeutende Ich dieser Person in erstaunter
Bewunderung seiner eigenen Größe.
Pero por
las abiertas ventanas, el sol bendito de Dios;
magníficas rosas le hacían señas
desde la pequeña maceta del tejado,
y dos pájaros de color azul celeste
cantaban alegrías infantiles, mientras
la doliente madre pedía encarecidamente
bendiciones para su hija. Andando a gatas
se entró luego en una carnicería
abarrotada. No hacía sino toparse con
carne y más carne.
Era el corazón de un hombre rico y
prestigioso, cuyo nombre anda en todas las
bocas. A continuación penetró
en el corazón de su mujer que era un
palomar viejo y derruido. El retrato del hombre
servía de veleta; estaba en combinación
con las puertas, las cuales se abrían
y cerraban según giraba el hombre.
Vino después un salón de espejos,
tal como el que tenemos en el palacio de Rosenborg;
sólo que los cristales aumentaban en
proporciones desmesuradas. En el centro del
recinto, sentado en el suelo como un Dalai-Lama,
estaba el insignificante YO de la persona,
contemplando maravillado su propia talla.
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