Daß
ich lebte, spürte ich erst wieder,
als ich etwas Warmes an meiner Brust fühlte;
dort saß ein kleiner Vogel, schlug
mit den Flügeln und zwitscherte und
sang. Vor meiner Brust flog er aufwärts
zu der dunklen, schweren Decke, doch ein
langes grünes Band hielt ihn noch bei
mir fest. Ich hörte und verstand die
Töne seiner Sehnsucht: Freiheit! Sonnenschein.
Zum Vater! – Da gedachte ich meines
Vaters im sonnigen Lande der Heimat, meines
Lebens, meiner Liebe. Und ich löste
das Band und ließ ihn fortflattern
– zum Vater heim. Seit jener Stunde
habe ich nicht mehr geträumt, ich schlief
einen Schlaf gar schwer und lang, bis in
dieser Stunde Töne und Duft mich aufhoben
und erlösten!«
Das grüne Band, das des Vogels Schwinge
an das Herz der Mutter knüpfte, wo
flatterte es jetzt? Wo hatte man es hingeworfen?
Nur der Storch hatte es gesehen; das Band
war der grüne Stengel, und die Schleife
die leuchtende Blüte, die Wiege des
Kindes, das so lieblich herangewachsen war
und nun wieder am Herzen der Mutter ruhte.
Und während sie dort Arm in Arm standen,
flog der Storchvater in großen Kreisen
um sie herum, schlug dann die Richtung nach
seinem Neste ein, holte dort die jahrelang
verwahrten Schwanenkleider und warf eines
für jede herab. Die Schwanenhaut schmiegte
sich um sie, und sie erhoben sich von der
Erde als zwei weiße Schwäne.
No volví
a sentir la vida hasta que me vino una especie
de calor en el pecho, y un pajarillo me golpeó
en él con las alas, trinando y cantando.
Desde mi pecho remontó el vuelo hacia
el oscuro y pesado techo, pero seguía
atado a mí por una larga cinta verde.
Oí y comprendí las notas de
su anhelo: «¡Libertad, sol, ir
a mi padre!».
Pensé entonces en el mío, allá
en la soleada patria. Pensé en mi vida,
en mi amor. Y solté el lazo, lo dejé
flotar para que fuese a reunirse con el padre.
Desde aquella hora no he vuelto a soñar;
quedé sumida en un sueño largo
y profundo, hasta este momento, en que me
despertaron y redimieron unos cánticos
y perfumes.
Aquella cinta verde que unía el corazón
de la madre a las alas del pajarillo, ¿dónde
estaba ahora? ¿Dónde se la había
tirado? Sólo la cigüeña
lo había visto; la cinta era el tallo
verde; el lazo, la brillante flor, la cuna
de la niña que había crecido
y que ahora volvía a descansar sobre
el corazón de su madre.
Y mientras estaban así cogidas del
brazo, papá cigüeña describía
en el aire círculos a su alrededor
y, volviendo a su nido, regresó con
los plumajes de cisne que guardaba desde hacía
tantos años. Los arrojó a las
dos mujeres, las cuales se revistieron con
las envolturas de plumas, y poco después
se elevaban por los aires en figura de cisnes
blancos.