Der tote
christliche Priester gebot, die Schlafende
auf das Pferd zu heben, doch es sank unter
der Bürde zusammen, als sei sein Leib
nur ein Totenlaken, das im Winde flattert.
Aber das Zeichen des Kreuzes machte das
Luftphantom stark, und alle drei ritten,
bis sie festen Boden unter den Füßen
fühlten. Da krähte der Hahn in
der Burg des Wiking, und die Geister lösten
sich in Nebel auf, die vor dem Winde trieben;
aber einander gegenüber standen sich
Mutter und Tochter. »Bin ich es selbst,
die ich im tiefen Wasser sehe?«, sagte
die Mutter. »Bin ich es selbst, die
ich im blanken Schilde schaue?«, rief
die Tochter aus, und sie näherten sich
einander, Brust an Brust, Arm in Arm. Am
stärksten schlug das Herz der Mutter,
und sie verstand es. »Mein Kind! Meines
eigenen Herzens Blüte! Mein Lotus aus
den tiefen Gewässern.« Und sie
umarmte ihr Kind und weinte; diese Tränen
waren Klein-Helgas Taufe durch die Liebe.
El sacerdote
mandó a Helga que montara a la durmiente
sobre el caballo. Éste cedió
bajo la nueva carga como si su cuerpo no fuese
otra cosa sino una mortaja que ondeaba al
viento. Pero la señal de la cruz dio
nuevas fuerzas al fantasma aéreo, y
los tres siguieron cabalgando hasta llegar
a la tierra firme. Cantó el gallo en
el castillo del vikingo. Los fantasmas se
disolvieron en niebla que arrastró
el viento. La madre y la hija quedaron solas,
frente a frente.
-¿Es mi imagen, la que veo reflejada
en estas aguas profundas? -preguntó
la madre. -¿Es mi imagen la que veo
reflejada en esta brillante superficie? -exclamó
la hija. Y se acercaron, pecho contra pecho,
brazo contra brazo. El corazón de la
madre latía violentamente, y comprendió
la verdad. -¡Hija mía, flor de
mi alma! ¡Mi loto del fondo de las aguas!
Y abrazó a su hija, llorando. Aquellas
lágrimas fueron un nuevo bautismo de
vida y de amor para Helga.