| Seite 50: Des Moorkönigs Tochter (La hija del rey del pantano) | 
Da war 
                                      es ihr während der Verwandlung, als 
                                      bekämpften sich in ihr zwei Naturen. 
                                      Sie zitterte, schaute sich um, als erwache 
                                      sie aus einem beängstigenden Traum, 
                                      schoß dann auf eine schlanke Buche 
                                      zu, hielt sich fest daran gepreßt, 
                                      um doch eine Stütze zu haben, und dann 
                                      kletterte sie schnell, in einem Nu, wie 
                                      eine Katze in die Spitze des Baumes hinauf 
                                      und klammerte sich dort fest. Da saß 
                                      sie nun wie ein verängstigtes Eichhörnchen, 
                                      saß den ganzen Tag in der tiefen Waldeinsamkeit, 
                                      wo alles stille und tot war. Tot? Nein, 
                                      da flogen ja ein paar Schmetterlinge umeinander 
                                      im Spiel oder Streit. Dicht dabei waren 
                                      auch ein paar Ameisenhaufen, jeder beherbergte 
                                      mehrere Hundert emsiger Geschöpfchen, 
                                      die hin und her wimmelten. 
                                      In der Luft tanzten unzählige Mücken, 
                                      Schwarm an Schwarm. Scharen von summenden 
                                      Fliegen, Libellen und andere geflügelte 
                                      Tierchen jagten vorbei, der Regenwurm kroch 
                                      aus dem feuchten Boden hervor, Maulwürfe 
                                      stießen herauf – sonst war es 
                                      still und tot ringsum, tot, wie man sagt 
                                      und es versteht. 
                                      Niemand außer den Hähern beachtete 
                                      Klein-Helga, sie flogen schreiend um die 
                                      Spitze des Baumes, auf dem sie saß. 
                                      In dreister Neugierde hüpften sie auf 
                                      den Zweigen näher zu ihr heran. Ein 
                                      Blick ihrer Augen Jagte sie wieder fort 
                                      – aber klüger wurden sie deshalb 
                                      doch nicht aus ihr, und sie auch nicht klüger 
                                      aus sich selbst.
En el 
                                      proceso de su transformación, pareció 
                                      como si sus dos naturalezas luchasen por 
                                      conquistar la supremacía; la muchacha 
                                      temblaba, dirigía miradas a su alrededor 
                                      como si acabase de despertar de un sueño 
                                      de pesadilla. Corrió a la esbelta 
                                      haya para apoyarse en su tronco, y un momento 
                                      después trepaba como un gato a la 
                                      cima del árbol, agarrándose 
                                      fuertemente a él. Allí se 
                                      quedó semejante a una ardilla asustada, 
                                      casi todo el día, en la profunda 
                                      soledad del bosque, donde todo parece muerto 
                                      y silencioso. ¿Muerto? Verdad es 
                                      que revoloteaban unas mariposas jugando 
                                      o peleándose, y que a poca distancia 
                                      se destacaban varios hormigueros, habitados 
                                      cada uno por algunos centenares de laboriosos 
                                      insectos, que iban y venían sin cesar. 
                                      En el aire danzaban enjambres de innúmeros 
                                      mosquitos; nubes de zumbadoras moscas pasaban 
                                      volando, así como libélulas 
                                      y otros animalillos alados; la lombriz de 
                                      tierra se arrastraba por el húmedo 
                                      suelo, los topos construían sus galerías... 
                                      pero todo lo demás estaba silencioso 
                                      y muerto, muerto, como se dice y se lo entiende. 
                                      
                                      Nadie se fijaba en Helga, a excepción 
                                      de los arrendajos, que revoloteaban en torno 
                                      a la cima del árbol donde ella se 
                                      hallaba; curiosos, saltaban de rama en rama, 
                                      hasta llegar a muy poca distancia de la 
                                      muchacha. Una mirada de sus ojos los ahuyentaba, 
                                      y ni ellos sacaban nada en claro de la doncella, 
                                      ni ésta sabía qué pensar 
                                      de su situación. 
| Vokabular | |
| die schlanke Buche = la esbelta haya | |
| das Eichhörnchen = la ardilla | |
| verängstigt = asustado | |
| der Schmetterling = la mariposa | |
| der Ameisenhaufen = el hormiguero | |
| der Schwarm = el enjambre | |
| die Fliege = la mosca | |
| die Libelle = la libélula | |
| der Regenwurm = la lombriz | |
| der Maulwurf = el topo | |
| der Häher = el arrendajo | |
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