Und sie
bauten Nester und gerieten sich dabei aufs
neue in die Haare, denn in den heißen
Ländern ist man gar hitzig, aber vergnügt
ging es doch zu, besonders den Alten machte
es Spaß. Die eigenen Kinder kleidet
eben alles.
Jeden Tag schien hier die Sonne, jeden Tag
gab es vollauf zu essen, man konnte nur
an Lust und Freude denken. –
Aber in dem reichen Schloß des ägyptischen
Hauswirts, wie sie ihn nannten, hatte die
Freude keine Stätte. Der reiche, mächtige
Herr lag auf dem Ruhebett, steif in allen
Gliedern und ausgestreckt wie eine Mumie,
mitten in dem große Saal mit den prächtig
bemalten, farbigen Wänden.
Verwandte und Diener standen um ihn her,
tot war er nicht; daß er lebte, konnte
man auch füglich nicht sagen. Die rettende
Moorblume aus den nördlichen Ländern,
die gesucht und gepflückt werden mußte
von der, die ihn am herzlichsten liebte,
ward ihm nicht gebracht. Seine junge schöne
Tochter, die im Schwanenkleide über
Meer und Land weit zu hohem Norden hinauf
geflogen war, sollte niemals mehr zurückkehren.
Entonces
construían nidos, lo cual provocaba
nuevas broncas, pues en las tierras cálidas
todo el mundo es vivo de genio. Pero, con
todo, reinaba la alegría, y los viejos,
sobre todo, estaban muy satisfechos. A los
ojos de los padres está bien cuanto
hacen los hijos. Todos los días salía
el sol, cada día abundaba la comida,
sólo había que pensar en divertirse
y pasarlo bien.
Pero al rico palacio del que las cigüeñas
llamaban su anfitrión, no había
vuelto la alegría.
El poderoso y opulento señor, con todos
los miembros paralizados, yacía cual
una momia en un diván de la espaciosa
sala de policromas paredes.
Lo rodeaban parientes y amigos. No estaba
muerto, pero tampoco podía decirse
que estuviera vivo. Seguía sin llegar
la salvadora flor del pantano nórdico,
en cuya busca había partido aquella
que más lo quería.
Su joven y hermosa hija, que había
emprendido el vuelo hacia el Norte disfrazada
de cisne, cruzando tierras y mares, no regresaría
nunca.