Eines Morgens
sauste es von Storchschwingen über
dem Dache. Da hatten über Nacht wohl
hundert Storchpaare sich über das große
Manöver ausgeruht, sie flogen jetzt
auf, um nach Süden zu ziehen.
»Alle Mann fertig!«, hieß
es, »Frau und Kinder auch!«
»Uns ist so leicht!«, sagten
die jungen Störche, »es kribbelt
und krabbelt uns in den Beinen, gerade als
ob wir voll lebendiger Frösche steckten!
Wie herrlich ist es, nach dem Ausland zu
reisen!« »Haltet Euch im Schwarm!«
sagten Vater und Mutter, »und klappert
nicht so viel mit dem Schnabel, das legt
sich auf die Brust!« Und sie flogen.
Zur gleichen Stunde erklangen die Luren
über die Heide hin; der Wikinger mit
all seinen Mannen war gelandet. Sie kehrten
mit reicher Beute von der gallischen Küste
heim, wo die Leute, wie in Britland, voll
Schrecken sangen: »Von den wilden
Normannen befreie uns, Herr.«
Una mañana
pasaron las cigüeñas zumbando
por encima del tejado. Durante la noche
se habían posado en él más
de cien parejas, para descansar después
de la gran maniobra. Ahora emprendían
el vuelo rumbo al Sur.
-¡Preparados todos! -fue dicho-. ¡Mujeres
y niños también! -¡Qué
ligeras nos sentimos! -decían las
cigüeñas jóvenes-. Las
patas nos pican y cosquillean, como si tuviésemos
ranas vivas en el cuerpo.
¡Qué suerte poder viajar por
el extranjero! -Manteneos dentro de la bandada
-dijeron el padre y la madre- y no castañeteéis
tanto, que esto ataca el pecho. Y se echaron
a volar.
En el mismo momento se oyó un sonido
de cuernos en el brezal; era el vikingo,
que desembarcaba con todos sus hombres.
Volvían con un rico botín
de las costas de Galia, donde las aterrorizadas
gentes cantaban, como en Britania: «¡Líbranos,
Señor, de los salvajes normandos!».