"Nun,
Sie sagen nichts dazu?", fragte der
eine von den Webern. "Oh, es ist niedlich,
ganz allerliebst!", antwortete der
alte Minister und sah durch seine Brille.
"Dieses Muster und diese Farben! -
Ja, ich werde dem Kaiser sagen, dass es
mir sehr gefällt!"
"Nun, das freut uns!", sagten
beide Weber, und darauf benannten sie die
Farben mit Namen und erklärten das
seltsame Muster. Der alte Minister merkte
gut auf, damit er dasselbe sagen könne,
wenn er zum Kaiser zurückkomme, und
das tat er auch. Nun verlangten die Betrüger
mehr Geld, mehr Seide und mehr Gold zum
Weben. Sie steckten alles in ihre eigenen
Taschen, auf den Webstuhl kam kein Faden,
aber sie fuhren fort, wie bisher an den
leeren Stühlen zu arbeiten. Der Kaiser
sandte bald wieder einen anderen tüchtigen
Staatsmann hin, um zu sehen, wie es mit
dem Weben stehe und ob das Zeug bald fertig
sei; es ging ihm aber gerade wie dem ersten,
er guckte und guckte; weil aber außer
dem Webstuhl nichts da war, so konnte er
nichts sehen. "Ist das nicht ein ganz
besonders prächtiges und hübsches
Stück Zeug?", fragten die beiden
Betrüger und zeigten und erklärten
das prächtige Muster, das gar nicht
da war.
-¿Qué?
¿No dice usted nada del tejido?- preguntó
uno de los tejedores. -¡Oh, es precioso,
maravilloso!- respondió el viejo ministro
mirando a través de sus gafas. -¡Qué
diseño y qué colores! Desde
luego, diré al emperador que me ha
gustado mucho.-
-Es un placer para nosotros- respondieron
los dos tejedores, dándole los nombres
de los colores y describiéndole el
dibujo raro. El viejo estuvo muy atento para
que, al regresar, pudiese repetirlo todo al
emperador; y así lo hizo. Entonces
los estafadores pidieron más dinero,
más seda y más oro para poder
seguir tejiendo. Metieron todo en sus propios
bolsillos, pues ni una hebra se empleó
en el telar, pero ellos continuaron, como
antes, trabajando en los telares vacíos.
Poco después el emperador envió
a otro funcionario de su confianza a inspeccionar
el estado de la tela e informarse de si quedaría
pronto lista.
Le ocurrió lo que al primero; miró
y remiró, pero como en el telar no
había nada, nada pudo ver.
-¿No es una tela extraordinariamente
bonita?– preguntaron los dos tramposos,
señalando y explicando el precioso
dibujo que no existía.