"Ich
will meinen alten, ehrlichen Minister zu
den Webern senden", dachte der Kaiser,
"er kann am besten beurteilen, wie
der Stoff sich ausnimmt, denn er hat Verstand,
und keiner versieht sein Amt besser als
er!" Nun ging der alte, gute Minister
in den Saal hinein, wo die zwei Betrüger
saßen und an den leeren Webstühlen
arbeiteten. "Gott behüte uns!",
dachte der alte Minister und riss die Augen
auf. "Ich kann ja nichts erblicken!"
Aber das sagte er nicht. Beide Betrüger
baten ihn, näher zu treten und fragten,
ob es nicht ein hübsches Muster und
schöne Farben seien. Dann zeigten sie
auf den leeren Stuhl, und der arme, alte
Minister fuhr fort, die Augen aufzureißen,
aber er konnte nichts sehen, denn es war
nichts da. "Herr Gott", dachte
er, "sollte ich dumm sein? Das habe
ich nie geglaubt, und das darf kein Mensch
wissen! Sollte ich nicht zu meinem Amte
taugen? Nein, es geht nicht an, dass ich
erzähle, ich könne das Zeug nicht
sehen!"
-Enviaré
a mi viejo y honrado ministro a que visite
a los tejedores- pensó el Emperador-,
es el más indicado para juzgar de las
cualidades de la tela, pues tiene una mente
clara, y no hay quien desempeñe el
cargo como él.- Pues, el viejo y digno
ministro se presentó en la sala donde
estaban sentados los dos embaucadores y seguían
trabajando en los telares vacíos.
-¡Dios nos ampare!– pensó
el viejo ministro y abrió mucho los
ojos. – ¡No puedo ver nada!- Pero
no lo dijo.
Los dos pícaros le rogaron que se acercase
y le preguntaron si no encontraba preciosos
el diseño y el color. Le señalaban
el telar vacío, y el pobre y viejo
ministro seguía con los ojos desencajados,
pero no podía ver nada, puesto que
nada había.
-¡Dios santo!- pensó, -¿seré
tonto acaso? Jamás lo hubiera creído,
y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible
que sea inútil para mi cargo? No, desde
luego no puedo decir que no he visto la tela.-
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