Er tat,
wie gesagt, und ging mit ihr zur Pforte
des Palastes. Dort aber streckte der Türhüter
sein Gewehr vor und sprach: "Mein guter
Nase, mit dir ist's vorbei; aus dem Hause
darfst du nicht, ich habe den strengsten
Befehl darüber."
"Aber in den Garten kann ich doch wohl
gehen?" erwiderte der Zwerg. "Sei
so gut und schicke einen deiner Gesellen
zum Aufseher des Palastes und frage, ob
ich nicht in den Garten gehen und Kräuter
suchen dürfe?"
Der Türhüter tat also, und es
wurde erlaubt; denn der Garten hatte hohe
Mauern, und es war an kein Entkommen zu
denken. Als aber Nase mit der Gans Mimi
ins Freie gekommen war, setzte er sie behutsam
nieder, und sie ging schnell vor ihm her
dem See zu, wo die Kastanien standen. Er
folgte ihr nur mit beklommenem Herzen; denn
es war ja seine letzte, einzige Hoffnung;
fand sie das Kräutlein nicht, so stand
sein Entschluß fest, er stürzte
sich dann lieber in den See, als daß
er sich köpfen ließ. Die Gans
suchte aber vergebens, sie wandelte unter
allen Kastanien, sie wandte mit dem Schnabel
jedes Gräschen um, es wollte sich nichts
zeigen, und sie fing aus Mitleid und Angst
an zu weinen; denn schon wurde der Abend
dunkler und die Gegenstände umher schwerer
zu erkennen.
Hizo lo
que había dicho y fue conella hasta
la puerta del palacio. Pero ahí, un
quardian adelantó su fusil y dijo
-mi querido Narizotas, eres un hombre acabado;
no puedes salir de la casa; tengo órdenes
estrictas al respecto.-
-Pero al jardín seguro que sí
puedo ir- replicó el enano. -Ten la
bondad de enviar a uno de tus compañeros
al veedor de palacio y que pregunte si no
puedo ir al jardín a buscar hierbas.-
Así lo hizo el guardián y fue
dado el permiso, pues el jardín tenía
altos muros y huir de allí era impensable.
Pero una vez que Narizotas hubo llegado al
aire libre con la oca Mimí, la puso
en el suelo con cuidado y ésta se adelantó
con rapidez en dirección al lago donde
estaban los castaños. Él la
seguía, aunque con el corazón
oprimido, porque ésta era ya su última
y única esperanza; si ella no encontraba
la hierba, era su firme decision arrojarse
al lago antes que dejarse cortar la cabeza.
La oca buscaba en vano, deambulaba bajo todos
los castaños, levantaba con el pico
la más mínima brizna de hierba,
pero no aparecía nada, y compadeciendo
y angustiada empezó a llorar; ya iba
anocheciendo y cad vez se hacía más
difícil distinguir los objetos que
los rodeaban.