"Habt
Mitleiden!", rief der Kleine und rutschte
auf den Knien zu dem Gast, dessen Füße
er umfaßte.
"Saget, was fehlt in dieser Speise,
daß sie Eurem Gaumen nicht zusagt?
Lasset mich nicht sterben wegen einer Handvoll
Fleisch und Mehl."
"Das wird dir wenig helfen, mein lieber
Nase", antwortete der Fremde mit Lachen,
"das habe ich mir schon gestern gedacht,
daß du diese Speise nicht machen kannst
wie mein Koch. Wisse, es fehlt ein Kräutlein,
das man hierzulande gar nicht kennt, das
Kraut Niesmitlust; ohne dieses bleibt die
Pastete ohne Würze, und dein Herr wird
sie nie essen wie ich."
Da geriet der Herrscher in Frankistan in
Wut.
"Und doch werde ich sie essen",
rief er mit funkelnden Augen, "denn
ich schwöre auf meiner fürstlichen
Ehre: Entweder zeige ich Euch morgen die
Pastete, wie Ihr sie verlangt, oder den
Kopf dieses Burschen, aufgespießt
auf dem Tor meines Palastes. Gehe, du Hund,
noch einmal gebe ich dir vierundzwanzig
Stunden Zeit."
-¡Tened
compasión!- exclamó el pequeño
arrastrándose sobre las rodillas hacia
donde estaba el huésped y abrazándose
a sus pies.
-Decid, ¿qué falta a este plato
para no ser del agrado de vuestro paladar?
¡No permitáis que muera por un
puñado de carne y harina!-
-Te será de poca auyuda, mi querido
Narizotas- contestó riendo el extranjero,
-ya me imaginé ayer que no podrías
hacer esta comida igual que mi cocinero. Has
de saber que falta una hierbecilla que en
esta parte del país no se conoce, la
hierba estornudacongusto, sin la cual la empanada
queda sin aroma, y tu señor nunca la
comerá como yo.
Entonces, el soberano de Frankistán
se puso furioso.
-Y bien que la comeré- exclamó
con ojos centelleantes, -porque juro por mi
honor principesco que mañana, u os
muestro la empanada como la pedís,
o la cabeza de este pillo en lo alto de una
pica a la puerta de mi palacio. Vete, perro,
otra vez te doy veinticuatro horas de plazo.