"Herr, 
                                      das ist eine wunderbare Geschichte", 
                                      antwortete der Oberküchenmeister und 
                                      erzählte, wie man ihm heute früh 
                                      einen Zwerg gebracht, der durchaus Koch 
                                      werden wollte und wie sich dies alles begeben. 
                                      Der Herzog verwunderte sich höchlich, 
                                      ließ den Zwerg vor sich rufen und 
                                      fragte ihn aus, wer er sei und woher er 
                                      komme. Da konnte nun der arme Jakob freilich 
                                      nicht sagen, daß er verzaubert worden 
                                      sei und früher als Eichhörnchen 
                                      gedient habe; doch blieb er bei der Wahrheit, 
                                      indem er erzählte, er sei ohne Vater 
                                      und Mutter und habe bei einer alten Frau 
                                      kochen gelernt. Der Herzog fragte nicht 
                                      weiter, sondern ergötzte sich an der 
                                      sonderbaren Gestalt seines neuen Kochs.
                                      "Willst du bei mir bleiben", sprach 
                                      er, "so will ich dir jährlich 
                                      fünfzig Dukaten, ein Festkleid und 
                                      noch überdies zwei Paar Beinkleider 
                                      reichen lassen. Dafür mußt du 
                                      aber täglich mein Frühstück 
                                      selbst bereiten, mußt angeben, wie 
                                      das Mittagessen gemacht werden soll, und 
                                      Oberhaupt dich meiner Küche nennen. 
                                      Da jeder in meinem Palast seinen eigenen 
                                      Namen von mir empfängt, so sollst du 
                                      Nase heißen und die Würde eines 
                                      Unterküchenmeisters bekleiden." 
                                    
 
-Señor, 
                                    es una historia maravilloso- contestó 
                                    el maestro primero de cocina y contó 
                                    cómo aquella mañana le habían 
                                    presentado a un enano que quería ser 
                                    cocinero a todo trance y cómo había 
                                    transcurrido todo.
                                    El duque quedó en extremo admirado, 
                                    mandó llamar al enano a su presencia 
                                    y le preguntó quién era y de 
                                    dónde venía. El pobre Jacob 
                                    no podía decir, desde luego, que había 
                                    sido hechizado y que había servido 
                                    antes de ardilla; pero no se apartó 
                                    de la verdad, contando que estaba sin padre 
                                    ni madre y que había aprendido a cocinar 
                                    junto a una anciana. El duque no hizo más 
                                    preguntas, sino que se divertía admirando 
                                    la figura extraña de su nuevo cocinero.
                                    -Si quieres quedarte en mi casa- dijo, - haré 
                                    que te entreguen cada año cincuenta 
                                    ducados, un traje de gala y, además, 
                                    dos pares de calzas. 
                                    A cambio, has de preparar tú mismo 
                                    mi desayuno todos los días, tienes 
                                    que indicar cómo se ha de hacer la 
                                    comida de mediodía y, llamarte jefe 
                                    de mi cocina. 
                                    Ya que todos en mi palacio reciben su nombre 
                                    de mí, te llamrás Narizotas 
                                    y ejercerás el cargo de maestro asistente 
                                    de cocina.