Jetzt
gedachte er auch jenes Morgens, an welchem
das alte Weib an die Körbe seiner Mutter
getreten war. Alles, was er damals an ihr
getadelt hatte, die lange Nase, die häßlichen
Finger, alles hatte sie ihm angetan, und
nur den langen, zitternden Hals hatte sie
gänzlich weggelassen.
"Nun, habt Ihr Euch jetzt genug beschaut,
mein Prinz?", sagte der Barbier, indem
er zu ihm trat und ihn lachend betrachtete.
"Wahrlich, wenn man sich dergleichen
träumen lassen wollte, so komisch könnte
es einem im Traume nicht vorkommen. Doch
ich will Euch einen Vorschlag machen, kleiner
Mann. Mein Barbierzimmer ist zwar sehr besucht,
aber doch seit neuerer Zeit nicht so, wie
ich wünsche. Das kommt daher, weil
mein Nachbar, der Barbier Schaum, irgendwo
einen Riesen aufgefunden hat, der ihm die
Kunden ins Haus lockt. Nun, ein Riese zu
werden, ist gerade keine Kunst, aber so
ein Männchen wie Ihr, ja, das ist schon
ein ander Ding. Tretet bei mir in Dienste,
kleiner Mann, Ihr sollt Wohnung, Essen,
Trinken, Kleider, alles sollt Ihr haben;
dafür stellt Ihr Euch morgens unter
meine Türe und ladet die Leute ein,
hereinzukommen.
Ihr schlaget den Seifenschaum, reichet den
Kunden das Handtuch und seid versichert,
wir stehen uns beide gut dabei; ich bekomme
mehr Kunden als jener mit dem Riesen, und
jeder gibt Euch gerne noch ein Trinkgeld."
Entonces
pensó también en aquella mañana
en que la vieja se había acercado a
los cestos de su madre.
Todo lo que en aquel momento había
criticado en ella, la larga nariz, los dedos
feos, todo se lo había inflingido
y sólo había omitido totalmente
el cuello largo y tembloroso.
-Y bien, ¿ya os habéis contemplado
bastante, príncipe mío?- dijo
el barbero acercándose a él
y examinándolo riendo.
-En efecto, si uno se quisiera imaginar de
la misma manera, no se vería tan raro
ni en sueños.
Pero quiero haceros una proposición,
hombrecito.
A mi barbería no le faltan clientes,
pero desde hace algún tiempo no hay
tantos como yo quisiera.
Esto viene de que mi vecino, el barbero Espuma,
ha encontrado a un gigante en alguna parte
y este le atrae los clientes a casa.
Bien, hacerse gigante no es ningún
arte, pero un hombrecillo como vosotros, sí,
es ya una cosa diferente.
Entrad a mi servicio, hombrecilto. Tendréis
vivienda, comida, bebida, vestidos, tendréis
de todo; a cambio, os ponéis por las
mañanas a mi puerta e invitáis
a la gente a que pase.
Batís la espuma, dáis a los
clientes la toalla y tengáis la seguridad
de que ambos sacaremos buen provecho; yo conseguiré
más clientes que el otro con su gigante,
y todos os darán, además, una
propina.