Mit diesen
Worten schob ihn der Vater ganz gelinde
zur Bude hinaus, schloß die Tür
hinter ihm zu und setzte sich wieder zur
Arbeit.
Der Kleine aber ging sehr niedergeschlagen
über die Straße zu Urban, dem
Barbier, den er noch aus früheren Zeiten
wohl kannte.
"Guten Morgen, Urban", sprach
er zu ihm, "ich komme, Euch um eine
Gefälligkeit zu bitten; seid so gut
und lasset mich ein wenig in Euren Spiegel
schauen!"
"Mit Vergnügen, dort steht er",
rief der Barbier lachend, und seine Kunden,
denen er den Bart scheren sollte, lachten
weidlich mit. "Ihr seid ein hübsches
Bürschchen, schlank und fein, ein Hälschen
wie ein Schwan, Händchen wie eine Königin,
und ein Stumpfnäschen, man kann es
nicht schöner sehen. Ein wenig eitel
seid Ihr darauf, das ist wahr; aber beschauet
Euch immer! Man soll nicht von mir sagen,
ich habe Euch aus Neid nicht in meinen Spiegel
schauen lassen."
Con estas
palabras el padre lo empujó con suavidad
fuera de la tienda, cerró la puerta
tras él y se volvió a sentar
al trabajo.
El pequeño atravesó la calle
muy deprimido y se fue a la tienda de Urbano,
el barbero, al que conocía bien de
tiempos pasados.
-Buenos días, Urbano- le dijo, vengo
a pediros un favor; tengáis la bondad
de dejarme mirarme en vuestro espejo.-
-Con mucho gusto, allí está-
exclamó el barbero, y sus clientes
que estaban esperando a que les afeitase la
barba rieron con ganas.
-Sois un mozo guapo, delgado y fino, con un
cuellecito de cisne, manitas de reina y una
naricilla roma, no puede haber más
guapo. Por ello estáis un poco vanidoso,
es cierto, pero ¡miraos! que no se diga
de mí que por envidia no he dejado
que os miréis en el espejo..