"Was
wollt Ihr nur mit meiner Nase?", fragte
Jakob, "warum sollte ich denn ein Futteral
dazu brauchen?"
"Nun", entgegnete der Schuster,
"jeder nach seinem Geschmack; aber
das muß ich Euch sagen, hätte
ich diese schreckliche Nase, ein Futteral
ließ ich mir darüber machen von
rosenfarbigem Glanzleder. Schaut, da habe
ich ein schönes Stückchen zur
Hand; freilich würde man eine Elle
wenigstens dazu brauchen. Aber wie gut wäret
Ihr verwahrt, kleiner Herr; so, weiß
ich gewiß, stoßt Ihr Euch an
jedem Türpfosten, an jedem Wagen, dem
Ihr ausweichen wollet."
Der Kleine stand stumm vor Schrecken; er
betastete seine Nase, sie war dick und wohl
zwei Hände lang! So hatte also die
Alte auch seine Gestalt verwandelt! Darum
kannte ihn also die Mutter nicht? Darum
schalt man ihn einen häßlichen
Zwerg?! "Meister!", sprach er
halb weinend zu dem Schuster, "habt
Ihr keinen Spiegel bei der Hand, worin ich
mich beschauen könnte?"
-¿Qué
queréis con mi nariz?- preguntó
Jacob, ¿por qué tendría
que necesitar un estuche para ella?-
-Bueno- respondió el zapatero, a cada
cual a su gusto, pero sí os diré
que si yo tuviese esa horrible nariz, dejaría
hacerme un estuche de charol de color rosa.
Mirad, aquí tengo a mano una buena
pieza; claro que necesitaría por lo
menos una vara.
¡Pero qué bien protegido estaríais,
pequeño señor! Así como
ahora, de esto estoy seguro, os tropezáis
con cada jamba, con cada coche que queréis
dejar pasar.-
El pequeño se quedó mudo de
horror; se tocó la nariz que era gruesa
¡y por lo menos de dos manos de larga!
Pues, ¡de esa manera la vieja había
cambiado también su figura! ¿Por
eso su madre no lo conocía?
¿Por eso lo reprendían llamándolo
enano repugnante? -¡Maestro!- dijo casi
llorando al zapatero, -¿no tenéis
a mano algún espejo en que me puedo
mirar.