"Wo
ist denn aber Euer Sohn?", fragte Jakob
mit zitternder Stimme seinen Vater.
"Das weiß Gott", antwortete
er, "vor sieben Jahren, ja, so lange
ist's jetzt her, wurde er uns vom Markte
weg gestohlen."
'Vor sieben Jahren!", rief Jakob mit
Entsetzen.
"Ja, kleiner Herr, vor sieben Jahren;
ich weiß noch wie heute, wie mein
Weib nach Hause kam, heulend und schreiend,
das Kind sei den ganzen Tag nicht zurückgekommen,
sie aber überall geforscht und gesucht
und es nicht gefunden. Ich habe es immer
gedacht und gesagt, daß es so kommen
würde; der Jakob war ein schönes
Kind, das muß man sagen; da war meine
Frau stolz auf ihn und sah es gerne, wenn
ihn die Leute lobten, und schickte ihn oft
mit Gemüse und dergleichen in vornehme
Häuser. Das war schon recht; er wurde
allemal reichlich beschenkt; aber, sagte
ich, gib acht! Die Stadt ist groß;
viele schlechte Leute wohnen da, gib mir
auf den Jakob acht! Und so war es, wie ich
sagte. Kommt einmal ein altes, häßliches
Weib auf den Markt, feilscht um Früchte
und Gemüse und kauft am Ende so viel,
daß sie es nicht selbst tragen kann.
Mein Weib, die mitleidige Seele, gibt ihr
den Jungen mit und... hat ihn zur Stunde
nicht mehr gesehen."
¿Pero
dónde está vuestro hijo?- preguntó
Jacob a su padre con voz temblorosa.
-Esto sabe Dios- contestó, -hace siete
años, si, tanto tiempo ya, nos lo robaron
en el mercado.-
-¡Hace siete años!- exclamó
Jacob horrorizado.
-Si, pequeño señor, hace siete
años; estoy viendo como si fuese ahora
a mi mujer cuando llegó a casa, llorando
y gritando que el chico no había vuelto
en todo el día, que había indagado
y buscado por todas partes sin hallarlo. Siempre
había pensado y había dicho
que así ocurriría; Jacob era
un niño hermoso, hay que decirlo, mi
mujer estaba orgullosa de él y veía
con placer que la gente lo alabara, y a menudo
lo mandaba con verdura y otras cosas a casas
distinguidas.
No había nada malo en ello, todas las
veces lo colmaban de regalos, pero yo le decía
que tuviera cuidado, que la ciudad era grande
y había mucha gente mala, que me cuidara
a Jacob. Y como me temía sucedió.
Viene una vez al mercado una mujer viea y
fea, regatea con la fruta y verdura, y al
final compra tanto que no lo puede llevar
por sí misma.
Mi mujer, un alma compasiva, deja que el mozuelo
la acompañe y... no lo ha vuelto a
ver más hasta el momento.