"Guten
Abend, Meister!", sprach der Kleine,
indem er vollends in den Laden trat. "Wie
geht es Euch?"
"Schlecht, schlecht, kleiner Herr!",
antwortete der Vater zu Jakobs großer
Verwunderung; denn er schien ihn auch nicht
zu kennen.
"Das Geschäft will mir nicht von
der Hand. Bin so allein und werde jetzt
alt; doch ist mir ein Geselle zu teuer."
"Aber habt Ihr denn kein Söhnlein,
das Euch nach und nach an die Hand gehen
könnte bei der Arbeit?", forschte
der Kleine weiter.
"Ich hatte einen, er hieß Jakob
und müßte jetzt ein schlanker,
gewandter Bursche von zwanzig Jahren sein,
der mir tüchtig unter die Arme greifen
könnte. Ha, das müßte ein
Leben sein! Schon als er zwölf Jahre
alt war, zeigte er sich so anstellig und
geschickt und verstand schon manches vom
Handwerk, und hübsch und angenehm war
er auch; der hätte mir eine Kundschaft
hergelockt, daß ich bald nicht mehr
geflickt, sondern nichts als Neues geliefert
hätte! Aber so geht's in der Welt!"
-Buenas
tardes, maestro- dijo el pequeño, entrando
en la tienda, -¿cómo os va?
-Mal, mal, pequeño señor-, contestó
el padre, con gran asombro de Jacob porque
al parecer él tampoco lo conocía.
- El negocio no quiere salir adelante. Estoy
solo y me voy haciendo viejo, pero un oficial
me saldría demasiado caro.-
-¿Pero es que no tenéis ningún
hijo pequeño que poco a poco os pudiera
ir echando una mano en el trabajo?- siguió
indagando el muchacho.
-Tenía uno, se llamaba Jacob y ahora
tendría que ser un esbelto y ágil
mozo de veinte años, que podría
servirme de gran ayuda. ¡Vaya, que ésa
sí sería vida! Ya cuando tenía
doce años se mostraba diestro y despabilado,
entendía un poco del oficio y además
era guapo y agradable; me habría atraído
una buena clientela, de modo que pronto hubiese
dejado de remendar y no habría despachado
sino de primera mano. Pero así es este
mundo.