Es war
ein ziemlich entlegener Teil der Stadt,
wohin ihn die Alte geführt hatte, und
er konnte sich kaum aus den engen Gassen
herausfinden, auch war dort ein großes
Gedränge; denn es mußte sich,
wie ihm dünkte, gerade in der Nähe
ein Zwerg sehen lassen; überall hörte
er rufen:"Ei, sehet den häßlichen
Zwerg! Wo kommt der Zwerg her? Ei, was hat
er doch für eine lange Nase, und wie
ihm der Kopf in den Schultern steckt, und
die braunen, häßlichen Hände!"
Zu einer andern Zeit wäre er wohl auch
nachgelaufen, denn er sah für sein
Leben gern Riesen oder Zwerge oder seltsame
fremde Trachten, aber so mußte er
sich sputen, um zur Mutter zu kommen.
Es war ihm ganz ängstlich zumute, als
er auf den Markt kam. Die Mutter saß
noch da und hatte noch ziemlich viele Früchte
im Korb, lange konnte er also nicht geschlafen
haben; aber doch kam es ihm von weitem schon
vor, als sei sie sehr traurig; denn sie
rief die Vorübergehenden nicht an,
einzukaufen, sondern hatte den Kopf in die
Hand gestützt, und als er näher
kam, glaubte er auch, sie sei bleicher als
sonst. Er zauderte, was er tun sollte; endlich
faßte er sich ein Herz, schlich sich
hinter sie hin, legte traulich seine Hand
auf ihren Arm und sprach: "Mütterchen,
was fehlt dir? Bist du böse auf mich?"
Era una
parte bastante retirada de la ciudad adonde
la vieja lo había guiado y apenas sabía
cómo hallar la salida de entre las
estrechas callejuelas, también había
una gran concurrencia, pues le pareció
que justo en los alrededores debía
de haber algún enano. Por todas partes
oía exclamar
-¡anda, mirad qué enano tan feo!
¿De dónde viene este enano?
¡Ah, qué nariz tan larga tiene,
y qué hundida la cabeza entre los hombros,
y las manos morenas, qué feas!
En otro momento, seguro que también
habría ido detrás de ellos porque
con gusto hubiera dado cualquier cosa por
ver gigantes o enanos, o bien indumentarias
raras y extrañas, pero ahora tenía
que apresurarse para volver junto a su madre.
Cuando llegó al mercado se sentía
muy temeroso.
La madre seguía sentada en el mismo
sitio y todavía le quedaba bastante
fruta en el cesto, así que no podía
haber dormido mucho tiempo, pero desde lejos
ya le pareció que estaba muy triste,
porque no daba voces a los transeúntes
para que compraran, sino que tenía
la cabeza apoyada en las manos, y cuando estuvo
más cerca creyó que estaba más
pálida que de costumbre. Dudaba sobre
lo que había de hacer; por fin, cobró
ánimo, se deslizó por detrás
de ella, confiado puso una mano en su brazo
y dijo
-Mamá, ¿qué te pasa?
¿Estás enfadada conmigo.