"Gefallen
sie dir nicht, die dünnen Hälse?",
murmelte die Alte lachend. "Sollst
gar keinen haben, Kopf muß in den
Schultern stecken, daß er nicht herabfällt
vom kleinen Körperlein!"
"Schwatzt doch nicht so unnützes
Zeug mit dem Kleinen da", sagte endlich
die Frau des Schusters im Unmut über
das lange Prüfen, Mustern und Beriechen,
"wenn Ihr etwas kaufen wollt, so sputet
Euch, Ihr verscheucht mir ja die anderen
Kunden." "Gut, es sei, wie du
sagst", rief die Alte mit grimmigem
Blick. "Ich will dir diese sechs Kohlhäupter
abkaufen; aber siehe, ich muß mich
auf den Stab stützen und kann nichts
tragen; erlaube deinem Söhnlein, daß
es mir die Ware nach Hause bringt, ich will
es dafür belohnen."
Der Kleine wollte nicht mitgehen und weinte;
denn ihm graute vor der häßlichen
Frau, aber die Mutter befahl es ihm ernstlich,
weil sie es doch für eine Sünde
hielt, der alten, schwächlichen Frau
diese Last allein aufzubürden; halb
weinend tat er, wie sie befohlen, raffte
die Kohlhäupter in ein Tuch zusammen
und folgte dem alten Weibe über den
Markt hin.
-¿No
te gustan los cuellos delgados?- murmuró
la vieja riendo. No lo vas a tener; la cabeza
habrá de estar metida entre los hombros
para que no se caiga del pequeño cuerpecillo.
¡No digáis tan inútiles
tonterías al niño!- dijo por
fin la mujer del zapatero, de mal humor por
tanto considerar, rebuscar y oliscar, -si
queréis comprar algo, daos prisa, que
me ahuyentáis a los demás clientes.
-Bueno, sea como dices- exclamó la
vieja con mirada sañuda. -Te compraré
estos seis repollos; pero mira, tengo que
apoyarme en el bastón y no puedo llevar
nada; permite a tu hijito que me lleve la
mercancía a casa y le daré a
cambio una recompensa.
El pequeño no quería ir con
ella y se echó a llorar, pues la mujer
fea le daba miedo, pero la madre se lo ordenó
muy seria, porque le parecía un pecado
que la mujer vieja y débil cargara
sola con aquel peso; medio lloroso, hizo como
le mandaba, recogió los repollos en
un paño y siguió a la vieja
mujer por el mercado.