Der Diener
kam und hieb den Baum in kleine Stücke,
ein ganzes Bund lag da; hell flackerte es
auf unter dem grossen Braukessel. Der Baum
seufzte tief, und jeder Seufzer war einem
kleine Schusse gleich; deshalb liefen die
Kinder, die da spielten, herbei und setzten
sich vor das Feuer, blickten hinein und
riefen:"Piff, paff!" Aber bei
jedem Knalle, der ein tiefer Seufzer war,
dachte der Baum an einen Sommerabend im
Walde oder an eine Winternacht da draussen,
wenn die Sterne funkelten; er dachte an
den Weihnachtsabend und an Klumpe-Dumpe,
das einzige Märchen, das er gehört
hatte und zu erzählen wusste - und
dann war der Baum verbrannt.
Die Knaben spielten im Garten, und der kleinste
hatte den Goldstern auf der Brust, den der
Baum an seinem glücklichsten Abend
getragen hatte. Nun war der vorbei, und
mit dem Baum war es vorbei und mit der Geschichte
auch; vorbei, vorbei.
Und so geht es mit allen Geschichten.
Vino
el criado y cortó el árbol
a pedazos, formando con ellos un montón
de leña, que pronto ardió
con clara llama bajo el gran caldero. El
abeto suspiraba profundamente, y cada suspiro
semejaba un pequeño disparo; por
eso los chiquillos, que seguían jugando
por allí, se acercaron al fuego y,
sentándose y contemplándolo,
exclamaban -¡Pif, paf!- Pero a cada
estallido, que no era sino un hondo suspiro,
pensaba el árbol en un atardecer
de verano en el bosque o en una noche de
invierno, bajo el centellear de las estrellas;
pensaba en la Nochebuena y en Klumpe-Dumpe,
el único cuento que había
oído en su vida y que había
aprendido a contar - y después el
árbol fue consumido por el fuego.
Los niños jugaban en el jardín,
y el menor de todos se había prendido
en el pecho la estrella dorada que había
llevado el árbol en la noche más
feliz de su existencia. Pero aquella noche
había pasado, y, con ella, el abeto
y también el cuento; acabado, acabado.
Y éste es el destino de todos los
cuentos.