"Ich
reite in die weite Welt hinaus!", sagte
der Älteste; "erproben muß
ich doch einmal ihren Gang und mich zwischen
den Menschen umhertummeln; nur das Gute
und Wahre will ich, mit diesem werde ich
das Schöne beschützen. Vieles
soll anders werden, wenn ich mich seiner
annehme!" Ja, er dachte kühn und
groß, wie wir alle es in unserer Ofenecke
tun, ehe wir in die Welt hinauskommen und
Regen und Sturm und Dornen zu fühlen
bekommen.
Die fünf Sinne waren innerlich und
äußerlich, bei ihm wie auch bei
den anderen Brüdern, außergewöhnlich
fein entwickelt, aber jeder von ihnen hatte
in Sonderheit einen Sinn, der in Stärke
und Entwicklung die anderen weit übertraf.
Bei dem Ältesten war es das Gesicht,
das ihm besonders zugute kommen sollte.
Er hatte Augen für alle Zeiten, sagte
er selbst, Augen für alle Völkerschaften,
Augen, die bis unter die Erde hinab, wo
die Schätze liegen, und bis in die
tiefste Tiefe der Menschenbrust sehen konnten,
als sei nur eine gläserne Scheibe darüber
- das heißt, er sah mehr, als wir
beim Erröten und Erbleichen der Wange,
im Lächeln und Weinen des Auges sehen
können. - Hirsch und Antilope begleiteten
ihn bis an die Grenze nach Westen, dort
kamen wilde Schwäne, die nach Nordwesten
flogen, und ihnen folgte er.
- Me marcho
a correr mundo - dijo el mayor -. Tengo que
probar su evolución y alternar con
los hombres. Sólo quiero lo bueno y
lo verdadero; con ellos protegeré lo
bello. Cambiarán muchas cosas, si me
encargo de ello.
Sus pensamientos eran audaces y grandiosos,
como suelen serlo los nuestros cuando estamos
en casa, junto a la estufa, antes de salir
al mundo y experimentar los rigores del viento
y la intemperie y las punzadas de los abrojos.
En él, como en sus hermanos, los cinco
sentidos estaban muy desarrollados, tanto
interior como exteriormente, pero cada uno
tenía un sentido que superaba en perfección
a los restantes. En el mayor era el de la
vista, y buen servicio le prestaría.
Tenía ojos para todas las épocas,
- decía - ojos para todos los pueblos,
ojos capaces de ver incluso en el interior
de la tierra, donde yacen los tesoros, y en
el interior del corazón humano, como
si éste estuviera sólo recubierto
por una lámina de cristal; es decir,
que en una mejilla que se sonroja o palidece,
o en un ojo que llora o ríe, veía
mucho más de lo que vemos nosotros.
El ciervo y el antílope lo acompañaron
hasta la frontera occidental, y allí
se les juntaron los cisnes salvajes, que volaban
hacia el noroeste y él los siguió.