Nun war 
                                      er in der weiten Welt, fern dem Lande des 
                                      Vaters, das sich "gen Osten am Ende 
                                      der Welt" erstreckte. Hei, wie er die 
                                      Augen aufriß. Da gab es vieles zu 
                                      sehen; es ist immer etwas anderes, die Orte 
                                      und Dinge selbst zu sehen, als sie in Bildern 
                                      zu erfassen, mögen diese auch noch 
                                      so gut sein, und sie waren außergewöhnlich 
                                      gut, die Bilder daheim in seines Vaters 
                                      Schloß. Er war nahe daran, gleich 
                                      im ersten Augenblick beide Augen vor Verwunderung 
                                      über all das Gerümpel, den Fastnachtsaufputz, 
                                      der als das Schöne hingestellt wurde, 
                                      zu verlieren, aber er verlor sie nicht, 
                                      er hatte eine andere Bestimmung für 
                                      sie. Gründlich und ehrlich wollte er 
                                      bei der Erkenntnis des Schönen, des 
                                      Wahren und des Guten zu Werke gehen; aber 
                                      wie stand es damit? Er sah, wie oft das 
                                      Häßliche die Krone errang, wo 
                                      das Schöne sie verdiente, wie das Gute 
                                      nicht bemerkt wurde und die Mittelmäßigkeit 
                                      an seiner Stelle die Bewunderung einheimste. 
                                      Die Leute sahen wohl die Verpackung, aber 
                                      nicht den Inhalt, sahen das Kleid, aber 
                                      nicht den Mann, sahen den Ruf, aber nicht 
                                      die Berufung. Aber das ist einmal so.
Pronto 
                                      se encontró en el vasto mundo, lejos 
                                      de la tierra de su padre, la cual se extendía 
                                      «hacia oriente al fin del mundo». 
                                      ¡Cómo abría los ojos! 
                                      Mucho era lo que había que ver, y 
                                      contemplar las cosas al natural, tal como 
                                      son en realidad, es muy distinto de verlas 
                                      en imagen, por buenas que sean éstas, 
                                      y las del palacio paterno no podían 
                                      ser mejores. 
                                      En el primer momento, el asombro producido 
                                      por la cantidad de trastos y fruslerías 
                                      que querían pasar por bellas, estuvo 
                                      a punto de hacerle perder los ojos; pero 
                                      no los perdió, pues los destinaba 
                                      a cosas más elevadas. 
                                      Lo que ante todo perseguía, poniendo 
                                      en ello toda su alma, era el conocimiento 
                                      de la belleza, la verdad y la bondad. Pero, 
                                      ¿cómo alcanzarlo? A menudo 
                                      tenía que presenciar cómo 
                                      la fealdad recibía la corona que 
                                      correspondía a la belleza, cómo 
                                      lo bueno solía pasar inadvertido, 
                                      mientras la medianía era ensalzada 
                                      en vez de censurada. La gente veía 
                                      el envoltorio y no el contenido, el traje 
                                      y no el hombre, la fama y no la vocación. 
                                      Y no podía ser de otro modo.