Nie hatten
sich die Söhne weiter vom Schlosse
entfernt, als die Zweige des Baumes sich
erstreckten, die Schwester noch weniger;
sie waren glückliche Kinder in der
Kindheit Heim, in der Kindheit Land, im
herrlichen, duftenden Baume der Sonne. Wie
alle Kinder hörten sie gerne erzählen,
und der Vater erzählte ihnen vieles,
was andere Kinder nicht verstanden haben
würden, aber diese Kinder waren so
klug wie bei uns die alten Menschen es sind.
Er erklärte ihnen, was sie als lebende
Bilder an den Wänden des Schlosses
sahen, der Menschen Tun und der Begebenheiten
Gang in allen Ländern der Erde, und
oft wünschten die Söhne, mit dort
draußen zu sein und an all den Heldentaten
teilzunehmen. Da sagte ihnen der Vater,
daß es schwer und bitter sei, in der
Welt zu leben, sie wäre nicht ganz
so licht, wie sie es von ihrer herrlichen
Kinderwelt aus sähen. Er sprach zu
ihnen von dem Schönen, dem Wahren und
dem Guten, sagte ihnen, daß diese
drei Dinge die Welt zusammenhielten, und
unter dem Druck, den sie erlitten, entstünde
ein Edelstein, klarer als der Diamanten
Wasser; sein Glanz habe Wert sogar vor Gott,
alles überstrahle er, und er sei es,
den man "den Stein der Weisen"
nenne.
Nunca los
hijos se habían alejado más
allá de donde se extendían las
ramas de los árboles, y menos aún
la hija; todos se sentían felices en
la casa de su niñez, en el país
de su infancia, en el espléndido y
fragante árbol del Sol. Como todos
los niños, gustaban de oír cuentos,
y su padre les contaba muchas cosas que otros
niños no habrían comprendido;
pero aquéllos eran tan inteligentes
como entre nosotros suelen ser la mayoría
de los viejos. Les explicaba los cuadros vivientes
que veían en las paredes del palacio,
las acciones de los hombres y los acontecimientos
en todos los países de la tierra, y
con frecuencia los hijos sentían deseos
de encontrarse en el lugar de los sucesos
y de participar en las grandes hazañas.
Mas el padre les decía entonces lo
difícil y amarga que es la vida en
la tierra, y que las cosas no discurrían
en ella como las veían desde su maravilloso
mundo infantil. Les hablaba de la belleza,
la verdad y la bondad, diciendo que estas
tres cosas sostenían unido al mundo
y que, bajo la presión que sufrían,
se transformaban en una piedra preciosa más
límpida que el diamante. Su brillo
tenía valor ante Dios, lo iluminaba
todo, y esto era en realidad la llamada piedra
filosofal.