"Ich
liege am Meere, sagt Korsör; ich habe
Landstraßen und Lusthaine, und ich
habe einen Dichter geboren, der lustig ist;
das sind nicht alle. Ich habe ein Schiff
rings um die Welt fahren lassen wollen;
ich tat es dann zwar nicht, hätte es
aber tun können. Und dann rieche ich
so herrlich; dicht am Tore blühen die
schönsten Rosen!"
Der kleine Tuk sah sie, es wurde ihm rot
und grün vor Augen; aber als wieder
Ruhe in das Farbengewirr kam, war es ein
waldbewachsener Abhang dicht am klaren Meerbusen.
Oben darüber lag eine prächtige,
alte Kirche mit zwei hohen, spitzen Kirchtürmen.
Von dem Abhange sprudelten Quellen in dicken
Wasserstrahlen herab und plätscherten
lustig. Dicht dabei saß ein alter
König mit einer goldenen Krone auf
dem langen Haar; das war König Hroar
bei den Quellen. Es war die Stadt Roeskilde,
wie man sie nun heißt. Und über
den Abhang hin in die alte Kirche hinein
schritten alle Könige und Königinnen
Dänemarks Hand in Hand, alle mit ihren
goldenen Kronen auf dem Kopfe, und die Orgel
spielte und die Quellen rieselten. Der kleine
Tuk sah alles und hörte alles. "Vergiß
nicht die Stände!", sagte König
Hroar.
-Estoy a
orillas del mar -dijo Korsör-; tengo
carreteras y parques y he sido la cuna de
un poeta que tenía ingenio y gracia;
no todos los tienen. Una vez quise armar un
barco para que diese la vuelta al mundo, mas
no lo hice, aunque habría podido; y,
además, ¡huelo tan bien! Pues
en mis puertas florecen las rosas más
bellas.
Tuk las vio, y ante su mirada todo apareció
rojo y verde; pero cuando se esfumaron los
colores, se encontró ante una ladera
cubierta de bosque junto a la bahía
límpida. En la cima se levantaba una
hermosa iglesia, antigua, con dos altas torres
puntiagudas. De la ladera brotaban fuentes
que bajaban en espesos riachuelos de aguas
murmurantes, y muy cerca estaba sentado un
viejo rey con la corona de oro sobre el largo
cabello; era el rey Hroar al lado de las fuentes.
Era la ciudad de Roeskilde, como la llaman
hoy día. Y todos los reyes y reinas
de Dinamarca, coronados de oro, se encaminaban,
cogidos de la mano, a la vieja iglesia, entre
los sones del órgano y el murmullo
de las fuentes.
El pequeño Tuk lo veía y oía
todo.
-¡No olvides los Estados! -le dijo el
rey Hroar.