"Dort
geht die alte Waschfrau aus der Gasse drüben",
sagte die Mutter, indem sie aus dem Fenster
sah. "Sie kann sich kaum selbst schleppen
und muß doch den Eimer vom Brunnen
tragen. Spring du hinaus, kleiner Tuk, sei
ein braver Junge und hilf der alten Frau!"
Tuk sprang gleich hinaus und half. Als er
jedoch wieder nach Hause kam, war es ganz
dunkel geworden; von Licht war keine Rede
und er sollte ins Bett. Das war eine alte
Schlafbank. Darauf lag er nun und dachte
an seine Geographieaufgabe, an Seeland und
an alles, was der Lehrer erzählt hatte.
Er hätte es freilich lernen müssen,
aber das konnte er ja nun nicht. Da steckte
er das Geographiebuch unter das Kopfkissen,
denn er hatte gehört, daß dies
das Behalten seiner Aufgabe bedeutend erleichtern
solle. Doch darauf ist kein Verlaß.
Da lag er nun und dachte und dachte, und
da war es ihm auf einmal, als ob jemand
ihn auf Augen und Mund küsse. Er schlief
und schlief doch wieder nicht. Ihm war,
als sehe er der alten Waschfrau freundliche
Augen auf sich niederschauen, und sie sagte:
"Es wäre eine große Schande,
wenn du deine Aufgabe nicht könntest.
-Ahí
va la vieja lavandera del callejón
-dijo la madre, que se había asomado
a la ventana-. La pobre apenas puede arrastrarse
y aún tiene que cargar con el cubo
lleno de agua desde la bomba. Anda, Tuk,
sé bueno y ve a ayudar a la pobre
viejecita. Harás una buena acción.
Tuk corrió a la calle a ayudarla,
pero cuando estuvo de regreso la oscuridad
era completa, y como no había que
pensar en encender la luz, no tuvo más
remedio que acostarse. Su lecho era un viejo
camastro; tendido en él estuvo pensando
en su lección de Geografía,
en Zelanda y en todo lo que había
explicado el maestro. Debiera haber seguido
estudiando, pero era imposible, y se metió
el libro debajo de la almohada, porque había
oído decir que aquello ayudaba a
retener las lecciones en la mente; pero
no se puede contar con eso. Y allí
se estuvo piensa que te piensa, hasta que
de pronto le pareció que alguien
le daba un beso en la boca y en los ojos.
Se durmió, pero no estaba dormido;
era como si la anciana lavandera lo mirara
con sus dulces ojos y le dijera: -Sería
una gran vergüenza que mañana
no supieses tus lecciones.