»Ich
danke!«, sagte der Kaufmannssohn,
ging hinaus in den Wald, setzte sich in
seinen Koffer, flog auf das Dach des Schlosses
und kroch durch das Fenster zur Prinzessin.
Sie lag auf dem Sofa und schlief; sie war
so schön, daß der Kaufmannssohn
sie küssen mußte; sie erwachte
und erschrak gewaltig, aber er sagte, er
sei der Türkengott, der durch die Luft
zu ihr heruntergekommen sei, und das gefiel
ihr.
So saßen sie beieinander, und er erzählte
ihr Geschichten von ihren Augen; das waren
die herrlichsten, dunklen Seen, und da schwammen
die Gedanken gleich Meerweibchen; und er
erzählte von ihrer Stirn, die war ein
Schneeberg mit den prächtigsten Sälen
und Bildern; und er erzählte vom Storch,
der die lieblichen, kleinen Kinder bringt.
Ja, das waren schöne Geschichten! Dann
freite er um die Prinzessin, und sie sagte
sogleich ja!
- Gracias -dijo el hijo del comerciante, y volvió a su bosque. Se metió en el cofre y levantó vuelo; llegó hasta el techo del castillo y se metió por la ventana en el cuarto de la princesa. Estaba durmiendo ella en un sofá; era tan hermosa, que el joven no pudo reprimirse y le dio un beso. La princesa despertó asustada, pero él le dijo que era el dios de los turcos, llegado por los aires; lo que la tranquilizó.
Se sentaron uno junto al otro, y el joven se puso a contar historias sobre los ojos de la muchacha: eran como lagos oscuros y maravillosos, por los que los pensamientos nadaban como ninfas; seguidamente historias sobre su frente, que comparó con una montaña nevada, llena de magníficos salones y cuadros; y luego le habló de la cigüeña, que trae a los niños pequeños.
Sí, eran unas historias muy hermosas, realmente. Luego pidió a la princesa si quería ser su esposa, y ella le dio el sí sin dudar.