Kaum aber
hatte er den Fuß hineingesetzt, so
rief Daumesdick aufs neue: »Bringt
mir kein frisch Futter mehr, bringt mir
kein frisch Futter mehr.« Da erschrak
der Pfarrer selbst, meinte, es wäre
ein böser Geist in die Kuh gefahren,
und hieß sie töten. Sie ward
geschlachtet, der Magen aber, worin Daumesdick
steckte, auf den Mist geworfen. Daumesdick
hatte große Mühe, sich hindurchzuarbeiten,
und hatte große Mühe damit, doch
brachte ers so weit, daß er Platz
bekam, aber als er eben sein Haupt herausstrecken
wollte, kam ein neues Unglück. Ein
hungriger Wolf lief heran und verschlang
den ganzen Magen mit einem Schluck. Daumesdick
verlor den Mut nicht: »Vielleicht,«
dachte er, »läßt der Wolf
mit sich reden,« und rief ihm aus
dem Wanste zu: »Lieber Wolf, ich weiß
dir einen herrlichen Fraß.«
»Wo ist der zu holen?« sprach
der Wolf. »In dem und dem Haus, da
mußt du durch die Gosse hineinkriechen,
und wirst Kuchen, Speck und Wurst finden,
so viel du essen willst,« und beschrieb
ihm genau seines Vaters Haus.
Apenas puesto el pie en él, Pulgarcito volvió a gritar: - ¡Basta de forraje, basta de forraje! Se pasmó el cura a su vez, pensando que algún mal espíritu se había introducido en la vaca, y dio orden de que la mataran. Así lo hicieron; pero el estómago, en el que se hallaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estercolero. Allí trató el pequeñín de abrirse paso hacia el exterior, y, aunque le costó mucho, por fin pudo llegar a la entrada. Ya iba a asomar la cabeza cuando le sobrevino una nueva desgracia, en forma de un lobo hambriento que se tragó el estómago de un bocado. Pulgarcito no se desanimó. «Tal vez pueda entenderme con el lobo», pensó, y, desde su panza, le dijo: - Amigo lobo, sé de un lugar donde podrás comer a gusto. - ¿Dónde está? -preguntó el lobo. - En tal y tal casa. Tendrás que entrar por la alcantarilla y encontrarás bollos, tocino y embutidos para darte un hartazgo -. Y le dio las señas de la casa de sus padres.