Als Daumesdick
merkte, daß sie fort waren, kroch
er aus dem unterirdischen Gang wieder hervor.
»Es ist auf dem Acker in der Finsternis
so gefährlich gehen,« sprach
er, »wie leicht bricht einer Hals
und Bein.« Zum Glück stieß
er an ein leeres Schneckenhaus. »Gottlob,«
sagte er, »da kann ich die Nacht sicher
zubringen,« und setzte sich hinein.
Nicht lang, als er eben einschlafen wollte,
so hörte er zwei Männer vorübergehen,
davon sprach der eine:»Wie wirs nur
anfangen, um dem reichen Pfarrer sein Geld
und sein Silber zu holen? »Das könnt
ich dir sagen«, rief Daumesdick dazwischen.
»Was war das?«, sprach der eine
Dieb erschrocken, »ich hörte
jemand sprechen.« Sie blieben stehen
und horchten, da sprach Daumesdick wieder:»Nehmt
mich mit, so will ich euch helfen.«
»Wo bist du denn?« »Sucht
nur auf der Erde und merkt, wo die Stimme
herkommt«, antwortete er. Da fanden
ihn endlich die Diebe und hoben ihn in die
Höhe.
Cuando Pulgarcito
estuvo seguro de que se habían marchado,
salió de su escondrijo. «Eso
de andar por el campo a oscuras es peligroso
-díjo-; al menor descuido te rompes
la crisma». Por fortuna dio con una
concha de caracol vacía.
- ¡Bendito sea Dios! -exclamó,
- aquí puedo pasar la noche seguro.
Y se metió en ella. Al poco rato, a
punto ya de dormirse, oyó que pasaban
dos hombres y que uno de ellos decía.
- ¿Cómo nos las compondremos
para hacernos con el dinero y la plata del
cura? - Yo puedo decírtelo -gritó
Pulgacito. - ¿Qué es esto? -preguntó,
asustado, uno de los ladrones-. He oído
hablar a alguien. Sa pararon los dos a escuchar,
y Pulgarcito prosiguió: -Llevadme con
vosotros, y os ayudaré. - ¿Dónde
estás?
- Buscad por el suelo, fijaos de dónde
viene la voz -respondió. Al fin lo
descubrieron los ladrones y la levantaron
en el aire.