Sie taten
ihm den Willen, und als Daumesdick Abschied
von seinem Vater genommen hatte, machten
sie sich mit ihm fort. So gingen sie, bis
es dämmrig ward, da sprach der Kleine:
»Hebt mich einmal herunter, es ist
nötig.« »Bleib nur droben«,
sprach der Mann, auf dessen Kopf er saß,
»ich will mir nichts draus machen,
die Vögel lassen mir auch manchmal
was drauf fallen.« »Nein«,
sprach Daumesdick, »ich weiß
auch, was sich schickt, hebt mich nur geschwind
herab.« Der Mann nahm den Hut ab und
setzte den Kleinen auf einen Acker am Weg,
da sprang und kroch er ein wenig zwischen
den Schollen hin und her, dann schlüpfte
er pIötzlich in ein Mausloch, das er
sich ausgesucht hatte. »Guten Abend,
ihr Herren, geht nur ohne mich heim,«
rief er ihnen zu, und lachte sie aus. Sie
liefen herbei und stachen mit Stöcken
in das Mausloch, aber das war vergebliche
Mühe, Daumesdick kroch immer weiter
zurück, und da es bald ganz dunkel
ward, so mußten sie mit Ärger
und mit leerem Beutel wieder heim wandern.
Le dejaron
obrar a su capricho, y, una vez Pulgarcito
se hubo despedido de su padre, los forasteros
partieron con él y anduvieron hasta
el anochecer. Entonces dijo el pequeño
- dejadme bajar, lo necesito. - ¡Bah!,
no te muevas -le replicó el hombre
en cuyo sombrero viajaba el enanillo-. No
voy a enfadarme; también los pajaritos
sueltan algo de vez en cuando. - No, no -protestó
Pulgarcito-, yo soy un chico bien educado;
bajame, ¡deprisa! El hombre se quitó
el sombrero y depositó al pequeñuelo
en un campo que se extendía al borde
del camino. Pegó él unos brincos
entre unos terrones y, de pronto, escabullóse
en una ratonera que había estado buscando.
- ¡Buenas noches, señores, pueden
seguir sin mí! -les gritó desde
su refugio, en tono de burla. Acudieron ellos
al agujero y estuvieron hurgando en él
con palos, pero en vano; Pulgarcito se metía
cada vez más adentro; y como la noche
no tardó en cerrar, hubieron de reemprender
su camino enfurruñados y con las bolsas
vacías.