Von jetzt
an wurde Peter Munk ein fleißiger
und wackerer Mann. Er war zufrieden mit
dem, was er hatte, trieb sein Handwerk unverdrossen,
und so kam es, daß er durch eigene
Kraft wohlhabend wurde und angesehen und
beliebt im ganzen Wald. Er zankte nie mehr
mit Frau Lisbeth, ehrte seine Mutter und
gab den Armen, die an seine Türe pochten.
Als nach Jahr und Tag Frau Lisbeth von einem
schönen Knaben genas, ging Peter nach
dem Tannenbühl und sagte sein Sprüchlein.
Aber das Glasmännlein zeigte sich nicht.
Desde entonces,
Pedro Munk fue un hombre trabajador y honrado.
Estaba satisfecho con lo que tenía;
se dedicó a trabajar sin cesar y así
llegó a ser rico por su propio esfuerzo,
y a la vez respetado y querido en toda la
Selva. Ya no reñía con su mujer, respetaba
a su madre y daba limosna a los pobres que
llamaban a su puerta. Cuando, pasado un tiempo, Isabel dio luz a
un hermoso niño, Pedro marchó
a la colina de los abetos y pronunció
sus versos. Pero el Hombrecillo de Cristal
no apareció.
»Herr Schatzhauser!«, rief er
laut, »hört mich doch; ich will
ja nichts anderes, als Euch zu Gevatter
bitten bei meinem Söhnlein!«
Aber es gab keine Antwort; nur ein kurzer
Windstoß sauste durch die Tannen und
warf einige Tannenzapfen herab ins Gras.
-¡Señor Tesorero!- exclamó
en voz alta, -escuchadme; sólo quiero
pediros que seáis el padrino de mi
hijo.- No hubo respuesta. Sólo una pequeña
ráfaga de viento sopló por entre
los abetos e hizo caer en la hierba algunas
piñas.
»So will ich dies zum Andenken mitnehmen,
weil Ihr Euch doch nicht sehen lassen wollet«,
rief Peter, steckte die Zapfen in die Tasche
und ging nach Hause; aber als er zu Hause
das Sonntagswams auszog und seine Mutter
die Taschen umwandte und das Wams in den
Kasten legen wollte, da fielen vier stattliche
Geldrollen heraus, und als man sie öffnete,
waren es lauter gute, neue badische Taler,
und kein einziger falscher darunter. Und
das war das Patengeschenk des Männleins
im Tannenwald für den kleinen Peter.
-Me llevaré esto de recuerdo, ya que
no habéis querido dejaros ver- exclamó
Pedro, metiéndose las piñas
en el bolsillo, y se fue a casa; pero ya allí,
cuando se quitó el traje de fiesta
y su madre vació los bolsillos y se
disponía a meter el jubón en
el armario, cayeron cuatro espléndidos
cartuchos de dinero, y al abrirlos resultó
que eran táleros badenses, auténticos,
sin uno solo falso entre ellos.
Y aquél fue el regalo de padrino del
hombrecillo del bosque de los abetos para
el pequeño Pedro.