Es war
schon Abend, als einige Männer, die
vorbeigingen, den reichen Peter Munk an
der Erde liegen sahen. Sie wandten ihn hin
und her und suchten, ob noch Atem in ihm
sei; aber lange war ihr Suchen vergebens
. Endlich ging einer in das Haus und brachte
Wasser herbei und besprengte ihn.
Era ya de
noche cuando algunos hombres que pasaban vieron
al rico Pedro Munk echado en el suelo. Le
volvieron de un lado para otro y trataron
de ver si aún respiraba, pero mucho
tiempo su búsqueda fue en vano. Al
fin uno entró en la casa, trajo agua
y le roció con ella.
Da holte
Peter tief Atem, stöhnte und schlug
die Augen auf, schaute lange um sich her
und fragte dann nach Frau Lisbeth; aber
keiner hatte sie gesehen. Er dankte den
Männern für ihre Hilfe, schlich
sich in sein Haus und suchte überall;
aber Frau Lisbeth war weder im Keller noch
auf dem Boden, und das, was er für
einen schrecklichen Traum gehalten, war
die grausame Wahrheit.
Entonces Pedro
respiró hondo, gimió y abrió
los ojos, miró largo rato a su alrededor
y preguntó luego por señora
Isabel, pero ninguno la había visto.
Dio las gracias a los hombres por su ayuda,
se introdujo furtivamente en su casa y buscó
por todas partes; pero señora Isabel
no estaba ni en el sótano ni en el
desván; era la cruel verdad lo que
él había tenido por un mal sueño.
Wie er nun so ganz allein war, da kamen
ihm sonderbare Gedanken; er fürchtete
sich vor nichts, denn sein Herz war ja kalt;
aber wenn er an den Tod seiner Frau dachte
- kam ihm sein eigenes Hinscheiden in den
Sinn, und wie belastet er dahinfahren werde,
schwer belastet mit Tränen der Armen,
mit tausend ihrer Flüche, die sein
Herz nicht erweichen konnten, mit dem Jammer
der Elenden, auf die er seine Hunde gehetzt,
belastet mit der stillen Verzweiflung seiner
Mutter, mit dem Blute der schönen,
guten Lisbeth; und konnte er doch nicht
einmal dem alten Mann, ihrem Vater, Rechenschaft
geben, wenn er käme und fragte: »Wo
ist meine Tochter, dein Weib?« Wie
wollte er einem anderen Frage stehen, dem
alle Wälder, alle Seen, alle Berge
gehören und die Leben der Menschen?
Como estaba completamente solo, le vinieron
raros pensamientos; no se asustaba de nada,
porque su corazón era frío;
pero, al pensar en la muerte de su esposa,
le vino a la mente su propia muerte y lo cargado
que iba a morir, cargado pesadamente con las
lágrimas de los pobres, con sus miles
de imprecaciones que no lograron ablandarle
su corazón, con la miseria de los miserables
contra los que había azuzado sus perros,
cargado con la callada desesperación
de su madre, con la sangre de la hermosa y
buena Isabel; y ni siquiera podría
dar cuenta a su anciano padre, cuando viniera
a preguntarle
-¿dónde está mi hija,
tu mujer?
¿Cómo iba entonces a soportar
las preguntas de ese otro a quien pertenecen
todos los bosques, todos los lagos, todas
las montañas y las vidas de los hombres?