Endlich
kam Peter auch auf den Gedanken zu heiraten.
Er wußte, daß im ganzen Schwarzwald
jeder Vater ihm gerne seine Tochter geben
werde; aber er war schwierig in seiner Wahl;
denn er wollte, daß man auch hierin
sein Glück und seinen Verstand preisen
sollte; daher ritt er umher im ganzen Wald,
schaute hier, schaute dort, und keine der
schönen Schwarzwälderinnen deuchte
ihm schön genug.
Finalmente,
Pedro concibió también la idea
de casarse. Sabía que en toda la Selva
Negra cualquier padre le hubiera dado con
gusto a su hija; pero su elección era
difícil, pues quería que también
en este caso se elogiase su fortuna y su inteligencia;
por ello cabalgó por toda la Selva
mirando por todas partes, y ninguna de las
bellas jóvenes de la Selva Negra le
pareció bastante hermosa.
Endlich, nachdem er
auf allen Tanzböden umsonst nach der
Schönsten ausgeschaut hatte, hörte
er eines Tages, die Schöne und Tugendsamste
im ganzen Wald sei eines armen Holzbauers
Tochter. Sie lebe still und für sich,
besorge geschickt und emsig ihres Vaters
Haus und lasse sich nie auf dem Tanzboden
sehen, nicht einmal zu Pfingsten oder Kirmes.
Por fin, y después de haber buscado
en vano por todos los bailes a la más
bella, oyó un día que la más
hermosa y virtuosa de todo el bosque era la
hija de un pobre leñador.
Llevaba una vida tranquila y apartada, cuidaba
mañosamente y diligentemente la casa
de su padre y no se dejaba ver jamás
en el baile, ni siquiera por Pentecostés
o para la verbena.
Als Peter von diesem Wunder des Schwarzwaldes
hörte, beschloß er, um sie zu
werben, und ritt nach der Hütte, die
man ihm bezeichnet hatte.
Der Vater der schönen Lisbeth empfing
den vornehmen Herrn mit Staunen und erstaunte
noch mehr, als er hörte, es sei dies
der reiche Herr Peter und er wolle sein
Schwiegersohn werden. Er besann sich auch
nicht lange, denn er meinte, all seine Sorge
und Armut werde nun ein Ende haben, sagte
zu, ohne die schöne Lisbeth zu fragen,
und das gute Kind war so folgsam, daß
sie ohne Widerrede Frau Peter Munkin wurde.
Cuando Pedro oyó hablar de aquella
maravilla de la Selva Negra, decidió
pedir su mano y se dirigió a la choza
que le habían indicado.
El padre de la hermosa Isabel recibió
con asombro al distinguido señor y
se sorprendió más aún
al oír que era el rico señor
Pedro Munk y que quería convertirse
en su yerno. Sin pensarlo dos veces y pensando
que su pobreza y sus preocupaciones iban a
terminar, dio su asentimiento sin preguntar
a la hermosa Isabel, y la buena niña
fue tan obediente que se convirtió
sin protestar en la esposa de Pedro Munk.