Da kamen
sie dann nach den warmen Ländern. Dort
schien die Sonne weit klarer als hier, der
Himmel war zweimal so hoch, und an Gräben
und Hecken wuchsen die schönsten grünen
und blauen Weintrauben. In den Wäldern
hingen Zitronen und Apfelsinen, hier duftete
es von Myrten und Krauseminze, auf den Landstraßen
liefen die niedlichsten Kinder und spielten
mit großen, bunten Schmetterlingen.
Aber die Schwalbe flog noch weiter fort,
und es wurde schöner und schöner.
Unter den herrlichsten grünen Bäumen
an dem blauen See stand ein blendend weißes
Marmorschloß aus alten Zeiten. Weinreben
rankten sich um die hohen Säulen empor;
ganz oben waren viele Schwalbennester, und
in einem wohnte die Schwalbe, die Däumelinchen
trug. »Hier ist mein Haus!«,
sagte die Schwalbe. »Aber willst du
dir nun selbst eine der prächtigsten
Blumen, die da unten wachsen, aussuchen,
dann will ich dich hineinsetzen, und du
sollst es so gut und schön haben, wie
du es nur wünschest!« »Das
ist herrlich!«, sagte Däumelinchen
und klatschte erfreut in die kleinen Hände.
Por fin
llegaron a los países cálidos,
donde el sol brilla con más fuerza
y el cielo parece mucho más alto. Aquí
y allí, en las cunetas y en los setos,
a los lados del camino, crecían vides
con racimos negros, blancos y verdes. De los
árboles, en el bosque, pendían
limones y naranjas, y el ambiente llevaba
fragancia de mirtos y azahares. Por los senderos
del campo correteaban hermosos niños,
jugando con grandes y alegres mariposas. Y
a medida que la golondrina volaba más
y más, cada lugar parecía más
amable aún. Por último se detuvieron
junto a un lago azul a cuya orilla, a la sombra
de un bosquecillo de árboles de un
verde muy intenso, se erguía un palacio
de deslumbrante mármol blanco, reliquia
de tiempos pretéritos. Alrededor de
sus elevadas columnas se apiñaban las
vides, y en las cornisas se veían muchos
nidos de golondrinas, uno de los cuales era
precisamente el hogar de la que había
transportado a Pulgarcita. -Esta es mi casa
-dijo la golondrina-. Pero no es aquí
donde te convendría vivir. No estarías
cómoda. Será mejor que te elijas
una de esas bonitas flores, y yo te depositaré
sobre ella. Allí tendrás todo
lo que puedas desear para ser feliz. -¡Será
maravilloso! -exclamó ella, palmoteando
de alegría.