Das Korn,
das auf dem Felde über dem Hause der
Feldmaus gesät war, wuchs auch hoch
in die Luft empor; das war ein ganz dichter
Wald für das arme, kleine Mädchen.
»Nun sollst du im Sommer deine Aussteuer
nähen!«, sagte die Feldmaus zu
ihr; denn der Nachbar, der langweilige Maulwurf
in dem schwarzen Samtpelze, hatte um sie
gefreit. »Du mußt sowohl Wollen-
wie Leinenzeug haben, denn es darf dir an
nichts fehlen, wenn du des Maulwurfs Frau
wirst!« Däumelinchen mußte
auf der Spindel spinnen, und die Feldmaus
mietete vier Raupen, die Tag und Nacht für
sie webten. Jeden Abend besuchte sie der
Maulwurf und sprach dann immer davon, daß,
wenn der Sommer zu Ende gehe, die Sonne
lange nicht so warm scheinen werde, sie
brenne da jetzt die Erde fest wie einen
Stein; ja, wenn der Sommer vorbei sei, dann
wolle er mit Däumelinchen Hochzeit
halten. Aber sie war gar nicht erfreut darüber,
denn sie mochte den langweiligen Maulwurf
nicht leiden. Jeden Morgen, wenn die Sonne
aufging, und jeden Abend, wenn sie unterging,
stahl sie sich zur Tür hinaus, und
wenn dann der Wind die Kornähren trennte,
so daß sie den blauen Himmel erblicken
konnte, dachte sie daran, wie hell und schön
es hier draußen sei, und wünschte
sich sehnlichst, die liebe Schwalbe wiederzusehen.
El trigo
que habían sembrado en el campo de
encima creció a su vez, convirtiéndose
en un verdadero bosque para la pobre criatura,
que no medía más de una pulgada.
-En verano tendrás que coserte tu
ajuar de novia -le dijo un día el
ratón. Era el caso que su vecino,
el fastidioso topo de la negra pelliza,
había pedido su mano-. Necesitas
ropas de lana y de hilo; has de tener prendas
de vestido y de cama, para cuando seas la
mujer del topo. Pulgarcita tuvo que hilar
lino y lana, y la rata de campo contrató
dos orugas para que tejieran día
y noche. Todas las tardes el topo venía
de visita y hablaba sin cesar del buen tiempo
en que habría pasado ya el verano.
Entonces fijaría la fecha de su boda
con Pulgarcita, pero ahora el calor del
sol, era tanto que abrasaba la tierra y
la ponía dura como una roca. Sí;
se casarían cuando acabara el verano,
pero eso a Pulgarcita no le agradaba, pues
no sentía simpatía ninguna
por el cansador topo. Todas las mañanas
al salir el sol, y todas las tardes a la
hora del crepúsculo, se escapaba
afuera, a la puerta, y cuando el viento
apartaba las espigas, ella contemplaba el
cielo azul y pensaba en lo hermoso que era
aquello y en cuánto le agradaría
ver de nuevo a su querida golondrina.