So sei
sie zuletzt zur Erde gefallen. Mehr wußte
sie nicht, und auch nicht, wie sie hierhergekommen
war. Den ganzen Winter blieb sie nun da
unten, Däumelinchen pflegte sie und
hatte sie lieb, weder der Maulwurf noch
die Feldmaus erfuhren etwas davon, denn
sie mochten die arme Schwalbe nicht leiden.
Sobald das Frühjahr kam und die Sonne
die Erde erwärmte, sagte die Schwalbe
Däumelinchen, die das Loch öffnete,
das der Maulwurf oben gemacht hatte, Lebewohl.
Die Sonne schien herrlich zu ihnen herein,
und die Schwalbe fragte, ob sie mitkommen
wolle, sie könnte auf ihrem Rücken
sitzen, sie wollten weit in den grünen
Wald hineinfliegen. Aber Däumelinchen
wußte, daß es die alte Feldmaus
betrüben würde, wenn sie sie verließ.
»Nein, ich kann nicht!«, sagte
Däumelinchen. »Lebe wohl, lebe
wohl, du gutes, niedliches Mädchen!«,
sagte die Schwalbe und flog hinaus in den
Sonnenschein. Däumelinchen sah ihr
nach, und das Wasser trat ihr in die Augen,
denn sie war der armen Schwalbe von Herzen
gut. »Quivit, quivit!«, sang
der Vogel und flog in den grünen Wald.
Däumelinchen war recht betrübt.
Sie erhielt gar keine Erlaubnis, in den
warmen Sonnenschein hinauszugehen.
Cayó
al suelo, y ya no recordaba nada más,
ni sabía cómo había ido
a parar allí. El pájaro se quedó
todo el invierno en el subterráneo,
bajo los amorosos cuidados de Pulgarcita,
sin que ni el topo ni el ratón se enteraran
de aquello, pues ni uno ni otro sentíansimpatía
hacia la golondrina. No bien llegó
la primavera y el sol comenzó a calentar
la tierra, la golondrina se despidió
de Pulgarcita, la cual abrió el agujero
que había hecho el topo en el techo
de la galería. Entró por él
un hermoso rayo de sol, y la golondrina preguntó
a la niñita si quería marcharse
con ella; podría montarse sobre su
espalda, y las dos se irían lejos,
al verde bosque. Mas Pulgarcita sabía
que si abandonaba al ratón le causaría
mucha pena. -No, no puedo -dijo. -¡Entonces
adiós, adiós, mi linda pequeña!
-exclamó la golondrina, remontando
el vuelo hacia la luz del sol. Pulgarcita
la miró partir, y las lágrimas
le vinieron a los ojos; pues le había
tomado mucho afecto. -¡Quivit, quivit!
-chilló la golondrina, emprendiendo
el vuelo hacia el bosque. Pulgarcita se quedó
sumida en honda tristeza. No le permitieron
ya salir a tomar el sol.