Den ganzen
Sommer über lebte das arme Däumelinchen
ganz allein in dem großen Walde. Sie
flocht sich ein Bett aus Grashalmen und
hing es unter einem Klettenblatte auf, so
war sie vor dem Regen geschätzt, sie
pflückte das Süße der Blumen
zu Speise und trank vom Tau, der jeden Morgen
auf den Blättern lag. So vergingen
Sommer und Herbst. Aber nun kam der Winter,
der kalte, lange Winter. Alle Vögel,
die so schön vor ihr gesungen hatten,
flogen davon, Bäume und Blumen verdorrten;
das große Klettenblatt, unter dem
sie gewohnt hatte, schrumpfte zusammen,
und es blieb nichts als ein gelber, verwelkter
Stengel zurück. Däumelinchen fror
schrecklich, denn ihre Kleider waren entzwei,
und sie war selbst so fein und klein, sie
mußte erfrieren. Es fing an zu schneien,
und jede Schneeflocke, die auf sie fiel,
war, als wenn man auf uns eine ganze Schaufel
voll wirft, denn wir sind groß, und
sie war nur einen halben Finger lang. Da
hüllte sie sich in ein verdorrtes Blatt
ein, aber das wollte nicht wärmen;
sie zitterte vor Kälte.
Todo
el verano se pasó la pobre Pulgarcita
completamente sola en el inmenso bosque.
Se trenzó una cama con tallos de
hierbas, que suspendió de una hoja
de acedera, para resguardarse de la lluvia;
para comer recogía néctar
de las flores y bebía del rocío
que todas las mañanas se depositaba
en las hojas. Así transcurrieron
el verano y el otoño; pero luego
vino el invierno, el frío y largo
invierno. Los pájaros, que tan armoniosamente
habían cantado, se marcharon; los
árboles y las flores se secaron;
la hoja de lampazo que le había servido
de cobijo se arrugó y contrajo, y
sólo quedó un tallo amarillo
y marchito. Pulgarcita pasaba un frío
horrible, pues tenía todos los vestidos
rotos; estaba condenada a helarse, frágil
y pequeña como era. Comenzó
a nevar, y cada copo de nieve que le caía
encima era como si a nosotros nos echaran
toda una palada, pues nosotros somos grandes,
y ella apenas medía una pulgada.
Se envolvió en una hoja seca, pero
no conseguía entrar en calor; tiritaba
de frío.