Da sprach
er es noch dreimal, aber gleichfalls umsonst.
»Du Blitzmädel, steh auf,«
rief er, »steh auf, oder es geht dir
nicht gut.«
Wie er das gesprochen, kam der heilige Petrus
auf einmal in seiner vorigen Gestalt, als
verabschiedeter Soldat, durchs Fenster hereingegangen
und sprach: »Du gottloser Mensch,
was treibst du da, wie kann die Tote auferstehen,
da du ihr Gebein so untereinander geworfen
hast?«
»Bruderherz, ich habs gemacht, so
gut ich konnte,« antwortete er.
»Diesmal will ich dir aus der Not
helfen, aber das sag ich dir, wo du noch
einmal so etwas unternimmst, so bist du
unglücklich, auch darfst du von dem
König nicht das Geringste dafür
begehren oder annehmen.« Darauf legte
der heilige Petrus die Gebeine in ihre rechte
Ordnung, sprach dreimal zu ihr: »Im
Namen der allerheiligsten Dreifaltigkeit,
Tote, steh auf,« und die Königstochter
stand auf, war gesund und schön wie
vorher. Nun ging der heilige Petrus wieder
durchs Fenster hinaus.
Der Bruder Lustig war froh, dass es so gut
abgelaufen war, ärgerte sich aber doch,
dass er nichts dafür nehmen sollte.
»Ich möchte nur wissen,«
dachte er, »was der für Mucken
im Kopf hat, denn was er mit der einen Hand
gibt, das nimmt er mit der andern: da ist
kein Verstand drin.« Nun bot der König
dem Bruder Lustig an, was er haben wollte,
er durfte aber nichts nehmen, doch brachte
er es durch Anspielung und Listigkeit dahin,
dass ihm der König seinen Ranzen mit
Gold füllen ließ, und damit zog
er ab.
Volvió
a repetirlo tres veces, pero otra vez en vano.
-¡Diablo de mujer! ¡Levántate!-
gritó entonces, -o lo pasarás
mal!
Apenas había pronunciado estas palabras,
San Pedro entró de pronto por la ventana,
presentándose en su anterior figura
de soldado licenciado y dijo
- Hombre impío, ¿qué
estás haciendo? ¿Cómo
quieres que resucite a la muerta, si le has
puesto los huesos de cualquier modo?
- Hermanito, lo hice lo mejor que supe - le
respondió Hermano Alegre.
- Por esta vez te sacaré de apuros;
pero, tenlo bien entendido: si otra vez te
metes en estas cosas, te costará caro.
Además, no pedirás nada al rey
ni aceptarás la más mínima
recompensa por lo de hoy.- Entonces San Pedro
dispuso los huesos en el orden debido y pronunció
por tres veces
- ¡en nombre de la Santísima
Trinidad, muerta, levántate! -, a lo
cual la princesa se incorporó, sana
y hermosa como antes, mientras el santo salía
de la habitación por la ventana.
Hermano Alegre, aunque satisfecho de haber
salido tan bien parado de la aventura, estaba
colérico por no poder cobrarse el servicio.
- Me gustaría saber -pensaba - qué
diablos tiene en la cabeza, que lo que me
da con una mano me lo quita con la otra. ¡Esto
no tiene sentido!
El rey ofreció al Hermano Alegre lo
que quisiera. Éste, aunque no podía
aceptar nada, se las arregló con indirectas
y astucias para que el monarca le llenase
de oro la mochila, y con eso, se marchó.